martes, 25 de septiembre de 2007

Ciudad del Este en la literatura universal


"El Puente de la Amistad está colapsado por el tráfico de la caravana de turistas que acuden a Ciudad del Este a comprar a precios paraguayos todo cuanto pueda contener la cueva de Alí Babá del universo".
Así describe el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán a la capital del Alto Paraná, hacia el final de su novela "Quinteto de Buenos Aires" (Editorial Planeta, 1997), la aventura argentina de su afamado detective Pepe Carvalho.
En este libro, el antepenúltimo de la larga Serie Carvalho, el investigador privado que alguna vez mató a Kennedy, que fue militante del Partido Comunista y luego agente de la CIA, refinado gurmet y caracterizado por quemar libros como peculiar homenaje a los literatos que admira, llega a la ciudad Reina del Plata para envolverse con el tango, los desaparecidos y Maradona.
Con esta novela, el escritor hizo su primera aproximación a la capital del Alto Paraná. Todavía no con su detective, sino con el villano, el capitán Doñate, quien fuera uno de más feroces represores de la dictadura argentina, y que se ve obligado a huir al Paraguay, ingresando por Ciudad del Este.
Así lo narra: "Camina el capitán a paso ligero por la acera del puente, sobrepasando a los obsesos compradores atraídos por la ciudad campamento de Ciudad del Este, falsificadas marcas de París o de la ciudad universal del consumo en almacenes gigantescos de frontera, como depósitos para mercancías de una huida, abiertos a calles sin asfaltar donde circulan las aguas podridas de las cloacas rotas y las aguas perdidas de las lluvias recientes".

MILENIO. Vázquez Montalván, nacido en Barcelona en 1939, es uno de los escritores más leídos en España y con más difusión internacional. Entre su vasta producción bibliográfica, ocupa un lugar especial la serie de 23 novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho.
La última, titulada "Milenio Carvalho" fue la más promocionada, ya que el autor falleció de un infarto en el aeropuerto de Bangkok, antes de llegar a publicarla. El voluminoso libro, editado "post morten" en dos partes ("Rumbo a Kabul" y "En las antípodas") viene a ser su gran obra de despedida, en donde Pepe Carvalho y su escuálido asistente Biscuter, prófugos de la polícia y buscados por una secta de asesinos, deciden emprender la vuelta al mundo, caracterizados como dos personajes de Flaubert, Bouvard y Pécuchet, en vísperas de la llegada del año 2000.
Los protagonistas, émulos de Phileas Fogg y Picatoste, o de don Quijote y Sancho, van tejiendo un alucinante itinerario que los lleva por el mediterráneo hasta la invadida Afganistán, de allí a Bangkok, Australia, donde cruzan el pacífico en un velero hasta Chile, Argentina y un breve paso por Paraguay, que es el punto de la obra que nos interesa.

EN EL ESTE. "Y se fueron a Ciudad del Este, a pesar de la no muy entusiasmante propaganda turística convencional sobre una población antiguamente llamada Puerto Presidente Stroessner, en alabanza al entonces dictador de Paraguay, ahora presentada como una horrible y contradictoria -por lo destartalada- ciudad comercial, perteneciente a la geografía universal de las ciudades mercado de mercancías sin impuestos", dice la novela.
Cuentan que Manuel Vázquez Montalván visitó fugazmente la capital del Alto Paraná a mediados de los años 90, luego de un recorrido por las Cataratas de Yguazú. Al igual que el director de cine Michael Mann, el escritor quedó fascinado por el caos fronterizo y tomó notas descriptivas, pensando ya en usarlo como escenario para alguna de sus novelas.
En la segunda parte de "Milenio" hay al menos dos capítulos, en los que Carvallo y Biscuter se mezclan entre los "sacoleiros", explorando las calles de la cosmopolita ciudad paraguaya fronteriza.
"Los atraía la otra Ciudad del Este, la de las grandes marcas internacionales falsificadas, la de las tramas de traficantes de armas, de drogas, de blancas, conectadas tradicionalmente con los altos cargos militares paraguayos", señala otra parte del texto.
Sugestivamente, el detective Carvalho, fanático explorador de las comidas exquisitas en cada lugar que recorre, no se siente interesado en indagar ningún sabor de la cocina paraguaya, ni en quemar los libros de ningún escritor guaraní. Preferirá beber una caipiriña en un bar del centro de Ciudad del Este, aconsejarle a Biscuter que no compre los baratos perfumes Farenheit ni los abrigos Armani, presumiendo que son falsos, pero el asistente los compra igual en una de las tiendas.
Un casual encuentro con un motociclista, que resulta ser uno de los militares represores argentinos refugiados en el Paraguay, acabará en una invitación a cenar en un chalet residencial de las afueras, donde la esposa paraguaya cocinará chancho a las brasas, frijoles fritos, papaya con zumo de lima y la infaltable caipiriña, en medio de una larga disquisición sobre el regreso de los "bolches", Lula, Chávez y Fidel Castro, el Foro Social de Porto Alegre, hasta la necesidad de huir rápidamente a espaldas de dos "motoqueiros" hasta el hotel de Foz de Yguazú.
Eso será todo, pero allí está: La imagen de Ciudad del Este consagrada en la literatura policial.
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Obras:
* "Quinteto de Buenos Aires". Serie Carvalho, Manuel Vázquez Montalbán. Editorial Planeta, 1997
* "Milenio Carvalho". 1. Rumbo a Kabul. 2. En las antípodas. Editorial Planeta, 2004.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El periodismo en los tiempos de Gabo

Muchos años después, frente al pelotón de reporteros que lo fusilaban con micrófonos y cámaras, el Nóbel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez habría de recordar aquel día lejano en que decidió arrojar por la borda una prometedora carrera de abogado, para dedicarse al precario e inestable oficio del periodismo.
Tenía 21 años de edad. Había abandonado abruptamente el segundo año de derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, para huir de las oleadas represivas que siguieron al asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1848. Acabó refugiado en un prostíbulo de Cartagena de Indias, sin dinero y sin saber qué hacer, cuando un casual encuentro con el médico y novelista Manuel Zapata Olivella le abrió la posibilidad de escribir para el diario local El Universal.
Hasta entonces, el flaco y tímido joven llegado desde una aldea perdida en la región bananera colombiana, llamada Aracataca, solo había publicado tres cuentos primerizos en el diario El Espectador de Bogotá, que le habían dado un cierto prestigio de "promesa literaria", pero nada estaba más lejos de su ánimo que dedicarse al periodismo.
El 21 de mayo de 1948, en la página 4 de El Universal, se estrenó su columna "Punto y aparte". Desde la primera línea ya establecía el sello de un estilo: "Los habitantes de la ciudad nos habíamos acostumbrado a la garganta metálica que anunciaba el toque de queda".
Entre aquel hotel de putas y aquella redacción provinciana empezaron a escribirse no solo las páginas de su primera novela, "La Hojarasca", que publicaría en 1955, prefigurando al mayor escritor de ficción que ha dado América Latina, sino también empezaba a forjarse uno de los más genuinos maestros de lo que el propio García Márquez bautizaría más adelante como "el mejor oficio del mundo": el periodismo.

Nace un gran reportero
En El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, García Márquez se dio a conocer como columnista estrella, pero fue en el diario El Espectador de Bogotá, para el cual trabajó desde febrero de 1954, donde nació su vocación de gran reportero.
Su consagración llegó en marzo de 1955, con la historia del marinero Luis Alejandro Velazco, que sobrevivió milagrosamente al naufragio del barco destructor Caldas, tras pasar 13 días a la deriva en medio del mar. Marcando una radical diferencia con los demás periódicos, que ofrecían clásicas versiones informativas, García Márquez publicó el relato en forma novelada, contada en primera persona con la voz del propio protagonista, en una larga serie de 14 capítulos que mantuvo en vilo a toda Colombia.
Aquella epopeya, reunida posteriormente en un libro, con el título "Relato de un náufrago", es considerada hoy un manual de culto para los estudiantes de periodismo en todo el mundo.
Ni la consagración definitiva como novelista que le significó la publicación de "Cien años de soledad" (1967), ni siquiera la cumbre de la gloria de ganar el Premio Nobel de Literatura (1982), han hecho que se apartara del periodismo, su otro gran amor.
Entre sus libros hay dos que fueron escritos con técnicas de periodismo puro. El primero es "Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile" (1986), en el que narra de manera apasionante la visita realizada por el director de cine chileno a su país natal, luego de 12 años de exilio, para rodar una película documental con identidad falsa, desafiando al sistema represivo del dictador Augusto Pinochet. El otro es "Noticia de un secuestro" (1996), en donde cuenta la historia de nueva personas secuestradas por el Cartel de Medellín del jefe narcotraficante Pablo Escobar Gabiria, en Colombia. Esta obra está siendo llevada al cine por el director mexicano Carlos Carrera, el mismo que dirigió El crimen del Padre Amaro.
A ello se suman sus centenares o miles de artículos para periódicos y revistas, reunidos en varios volúmenes antológicos como "Textos Costeños" (1948-1952), "Entre cachacos" (1954-1955), "De Europa y América" (1955-1960), "Por la Libre" (1974-1995) y "Notas de prensa" (1980-1984).
Pero quizás el mayor legado de Gabo para sus colegas comunicadores es la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que desde hace una década impulsa la capacitación y la promoción de un periodismo más ético y de calidad, impartiendo talleres y cursos, otorgando becas y premios, en todo el continente.
No es un detalle gratuito que la sede de la Fundación está en Cartagena de Indias, la misma ciudad en donde, hace casi 50 años, un García Márquez pobre y desorientado se decidió a abrazar la carrera periodística, y al contrario de las estirpes condenadas a cien años de soledad, encontró su segunda oportunidad sobre la tierra.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El desafío de ser periodista

Tenía 17 años cuando ingresé a la UNA con la intención de aprender periodismo. En realidad, lo que aprendí fue a beber cerveza. Lo mejor que tenía la facu era el bar de enfrente, con las mesas en el patio, donde uno podía escuchar a los Beatles, discutir y arreglar los conflictos del mundo entre copa y copa, ver pasar a las sensuales compañeras y darse el gusto de elegir con quien soñar esa noche.
Nunca pude terminar la carrera universitaria. No porque las materias fueran difíciles, ...simplemente eran insoportables. Aún así pude trabajar en los medios, ganar premios de reportajes y hasta ser invitado a dar charlas en las facultades de comunicación, lo cual no se si habla bien de mi o muy mal del periodismo.
Me hice periodista porque tengo miles de preguntas que me consumen el alma. Porque quiero saber y entender qué pasa, y ayudar a que la gente también sepa y entienda. El mundo sería otro si tuviesemos mejor información para decidir con mayor criterio y conocimiento nuestro propio destino.
No se si el periodismo es el mejor oficio del mundo, como sostiene García Márquez. Se me ocurre que ser médico, o bombero, o payaso, puede ser mucho más digno. No se si necesariamente uno tiene que ser buena persona para ser periodista, o que los cínicos no sirven para este oficio, como cree el maestro Kapuscinsky. Si fuera así, ¿cuántos quedarían?
A pesar de todo, creo que el periodismo es un fin y no un medio. Elegí ser periodista para ser periodista, y no como el camino más corto para enriquecerse, conseguir un cargo público o figurar en una lista de candidatos.

La situación actual del periodismo
El periodismo paraguayo tuvo avances y retrocesos desde la caída del régimen stronista. Ya no tenemos a un dictador que cierra arbitrariamente medios de prensa o manda presos a periodistas por "orden superior", pero en cambio tenemos a un poder político corrupto, vinculado al crimen organizado, con fachada democrática, que intenta evitar las críticas o denuncias que le perjudiquen, ya sea regalando paquetes de publicidad estatal a cambio de silencio o promoción, o ejerciendo presiones y amenazas.
Estas van desde llamadas telefónicas del propio presidente a las redacciones, pasando por el chake de querellas judiciales, hasta el amedrentamiento directo a cargo de sicarios, que pueden llegar al asesinato (casos de Santiago Leguizamón, Salvador Medina, Benito Ramón Jara, Samuel Román, Alberto "Tito" Palma), que nunca son esclarecidos por la Justicia.
Los periodistas de los grandes medios tienen mayor independencia y libertad, pero los de medios pequeños o corresponsales de zonas fronterizas y aisladas son más vulnerables. Hay regiones del Paraguay, como Paraguarí, Alto Paraná o Amambay, en donde se vive bajo el dominio de pequeñas dictaduras feudales, que cercenan toda libertad de expresión.
Crece la "itaiputización" del periodismo. El gobierno actual utiliza los millonarios fondos sin control de las entidades binacionales (Itaipú y Yacyretá), y en menor medida de las instituciones públicas, para premiar a los medios y comunicadores que les son más adictos, y castigar a los que son más críticos.
También las licencias para emisoras de radio y tevé se manejan con clientelismo político. La gran mayoría de las radios del interior están en manos de caudillos y empresarios amigos del gobierno, y se usan para hacer propaganda partidaria, más que para informar a la población.
En estos últimos años se crearon más medios y tienen mejor tecnología, aunque sigue siendo baja la calidad del periodismo paraguayo. Hay más facultades de comunicación, pero el nivel de enseñanza es mediocre, y la mayoría de los que egresan de sus aulas deben volver a empezar de cero en una redacción.
Hay graves carencias de ética y responsabilidad al dar una noticia. Hace falta mayor capacitación y autocrítica.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Arde, Paraguay, arde


El Paraguay está seco y en llamas. Los bosques y los campos se incendian ante el menor descuido y componen un dantesco escenario que parece calcado de la película Apocalipse now.
Imparables murallas de fuego se alzan en la noche, a los costados de las rutas, devorando pastizales, acorralando a rebaños de animales y asentamientos humanos. La poca lluvia no basta para aplacar la tremenda sed acumulada que tiene la tierra, ni para contener los infernales corredores de fuego. El heroico esfuerzo de los bomberos resulta insuficiente o vano ante el gran número de estallidos.
Al momento de escribir este artículo hay 1.626 focos de incendios detectados en todo el país, principalmente en San Pedro, Concepción, Amambay y Presidente Hayes. En este infierno no solo se consumen pastizales ganaderos o campos improductivos, sino también lo poco que queda de nuestros valiosos bosques y de nuestra siempre amenazada fauna, devorando valiosas reservas naturales.
Las causas son variadas, pero todas surgen de la ignorancia, de la inconsciencia social, de la viciada "cultura del fuego". Alguien que al pasar arroja una colilla de cigarrillo en brasas entre los arbustos. Vecinos que queman alegremente su basura en los terrenos baldíos. Cazadores de apere'a que usan las hogueras para obligar a los roedores a salir de sus madrigueras. Ganaderos que quieren ahorrar dinero y les prenden fuego a sus pastizales resecos, pensando que es la manera natural de renovarlos. Agricultores a quienes les parece más práctico y barato quemar sus "rozados" para abrir nuevas áreas de cultivo en el monte. Todos aparentemente inocentes ciudadanos, a quienes el fuego se les va de las manos "por accidente", hasta volverse un infierno incontrolable.
Es un momento de detenernos a preguntar qué nos pasa. ¿Será que en cada paraguayo o paraguaya hay un pirómano latente? ¿Acaso odiamos tanto a este país, que tenemos que quemarlo en la hoguera, como a la princesa india Anahí, como a Juana de Arco, como a las brujas medievales? ¡Arde, Paraguay, arde...!
El crimen que estamos cometiendo es inexcusable. Cada humareda es veneno tóxico que contamina el aire. Cada foco de incendio es una acción que calcina y empobrece la tierra, un daño ecológico del cual no podrá volver a recuperarse en montones de años. Cada especie vegetal y animal que muere bajo el fuego es también una parte de nuestra propia vida que se acaba.
Estas formas de ecocidio están penadas por la Ley, y quien le prende fuego a un campo o a un bosque puede ser castigado hasta con cinco años de cárcel. Pero... ¿sabe usted de alguien que esté preso por haber iniciado una quemazón? ¿Al menos uno solo de los 1.626 casos?
Ya lo dijo alguna vez el maestro Augusto Roa Bastos: Los paraguayos y las paraguayas hemos nacido en una tierra que se parece a un paraíso, pero hacemos todo lo posible para que se parezca a un infierno.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

La Carta de No Despedida

(Esta es la carta que el martes 4 de setiembre les escribí a mis compañeros y compañeras del diario Última Hora. También la quiero compartir con los lectores de este blog:)

Queridos compañeros y compañeras de ÚH:

Esta no es una carta de despedida, lo se, pero algo de eso tiene.
A la vez es una carta de celebración, porque significa enfrentar el desafío del cambio, dar un salto a otra etapa, acelerar el movimiento, redoblar la apuesta... Algo que debería ser permanente para quienes estamos en el periodismo, aunque más de una vez nos dejemos vencer por la rutina, por el acomodamiento, por la burocracia informativa.
Creo que todos ustedes ya lo saben, pero me gusta contarles personalmente: este miércoles 5 de setiembre me mudo a Ciudad del Este.
He aceptado la propuesta profesional de trabajar en el mejoramiento de nuestra Agencia de Corresponsalía en Alto Paraná, apuntando a establecer una Redacción Regional en un plazo breve.
Es la idea de marcar una presencia más fuerte de ÚH en esa región vital del país, en todos los sentidos, pero principalmente periodístico.
Es también la intención de desarrollar un periodismo más integral y ciudadano, que -sin dejar de traer las noticias policiales y de corrupción que caracterizan a la frontera-, pueda captar las otras caras de una región a menudo estigmatizada por prejuicios, descubriendo su dinamismo comercial, sus esfuerzos emprendedores, su propuestas artísticas, su vida cotidiana, su riqueza multicultural.
Y la idea es hacerlo con la propia gente de la zona, potenciando a los corresponsales que ya tenemos, e incorporando paulatinamente a otros jóvenes periodistas.

El lunes por la noche, una amiga dirigente de una de las organizaciones de 1-A me dijo: "¿Qué es lo que le hicieron a Última Hora? Algo tiene de diferente, pero no sé que es". ¿Y te gusta, o no?, le pregunté. "¡Me encanta! Está mucho más interesante, tiene más para leer...", fue la respuesta.
Se que me voy en un momento especial, en que se sienten en el aire de la Redacción de ÚH las vibraciones que producen los vientos del cambio.
Es un buen momento, que produce naturales tensiones, inquietudes, temores... pero también dinamismo, energía, electricidad... y que reactiva nuestras ganas de ser mejores profesionales, de contribuir a que el periodismo paraguayo sea mejor, y que por añadidura pueda ayudar mucho a que este país tan castigado que habitamos sea también mejor.
A mi manera, desde mis posibilidades, quiero contribuir con este cambio.

Agradezco a los directivos de la empresa -sobre todo a Oscar Ayala y Edgar Centurión- por la confianza, y les aseguro que pondré mi empeño en no defraudar las expectativas.
Agradezco a mis colegas del Consejo de Redacción por estos años de enriquecedoras peleas y afinidades, por la pasión desatada, por las críticas y los elogios, por los gritos y los silencios, por los chistes malos y el café compartido, por la grata sensación de que en cada reunión estábamos definiendo no solo la tapa de un diario sino la radiografía cotidiana de un país.
Agradezco especialmente a mis ex compañeros de lo que fue la sección de Reportajes Especiales e Investigación, Susana Oviedo, Jorge Torres y Cristian Cantero, por lo mucho que me dieron y me soportaron. En estos años de trabajar juntos hemos aprendido y crecido mucho, humana y profesionalmente, y la amistad que dejamos crecer nos va a unir por siempre. Les deseo éxitos en sus nuevas secciones, y se que seguirán dando lo mejor de sí en esta nueva etapa.
A los demás compañeros y compañeras de Redacción: Gracias por todo lo que me brindaron, en distintos y particulares momentos. Se que hay críticas, silencios, prejuicios, o malentendidos que quizás no he sabido enfrentar, pero también se que hay un montón de afectos, de admiración mutua, de idealismo y vocación compartida, de honestidad y tolerancia, que nos unen por encima de las diferencias, y que forman un vínculo irrompible que se fortalecerá en la distancia.
A los compañeros y compañeras de Fotografía, Transporte, Paginación, Scanner, Corrección, Talleres, Publicidad, Administración, Marketing, Informática, Recepción, Servicios... gracias por el apoyo constante, por la buena predisposición demostrada en cada uno de los reportajes e investigaciones en que nos tocó trabajar, gracias porque además de buenos compañeros siempre han sabido ser buenos amigos.
Se que no tendría que escribir esta carta. Se que esta no es una despedida, aunque lo sea. Se que mi lugar en la Redacción no se borra, simplemente crece y se extiende hasta cerca del Puente de la Amistad. Se que a cada tanto estaré de visita por aquí, abrazándolos de nuevo y compartiendo experiencias. Se que estaré a mano por teléfono, por el mail, por el chat, por el blog, y por todas las infinitas posibilidades de comunicación que nos abre la tecnología. Se que los esperaré siempre con un rico café cuando vayan a CDE a apoyarnos en el trabajo, o simplemente a pasear y hacer compras. Se que nada cambia, aunque todo sea diferente.

Así que esta es, simplemente, mi Carta de No Despedida.

Afectuosamente.

andres