jueves, 25 de octubre de 2007

La sonrisa de un angel que se aferra a la vida


Cuando ella sonríe, el mundo se ilumina…
Se llama Milagros de Jesús Noguera Pico, tiene apenas 10 meses de edad, y el nombre no le fue puesto al azar. Que ella esté viva es un verdadero milagro, un prodigio del amor y de la caridad de muchas personas de Ciudad del Este y de todo el Paraguay.
Tiene carita de angel, como esos de las estampitas que se reparten en los bautismos de Iglesia. El pelo rubio insiste en crecer, por más que los médicos le han tenido que pelar la cabeza y llenarla de sondas, agujas, inyecciones, medicamentos, cirugías. A pesar del dolor que siente, ella sonríe en brazos de mamá Lourdes, con todas las ganas de vivir… y el mundo se ilumina.
Milagritos nació con una enfermedad de nombre raro: la hidronefrosis bilateral, que según explican es un mal congénito que dilata los riñones. Cuando ella vino al mundo, en vísperas de la última Navidad, a los médicos les costó diagnosticar porqué lloraba tanto, qué es lo que tanto le dolía. Siempre dentro de una incubadora, con sondas vecical y nasogástrica, estuvo internada en el Hospital Sagrada Familia, de Presidente Franco, y después en el Hospital Los Ángeles, en el kilómetro 7 de Ciudad del Este, donde el 25 de diciembre se descompensó y parecía que no iba a sobrevivir.
Pero el simbolismo de su nombre surtió efecto y ella empezó a reír. La batalla por la vida cobró más y más fuerzas. Manos solidarias le consiguieron un lugar en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu, de San Lorenzo, en donde estuvo más de un mes. Allí los médicos le dijeron a los papis que en el Paraguay no hay cura para Milagritos. “Mejor preparen unos 50 millones de guaraníes, como mínimo, y llévenla al Brasil o a la Argentina”, fue el consejo.
Servio, el papá, trabaja duro como ayudante albañil y gana apenas 400 mil guaraníes al mes. Lourdes, la mamá, no puede trabajar desde que comenzó el calvario de la beba, dedicada día y noche a cuidarla. ¿De donde iban a sacar el dinero para tan costoso tratamiento en el extranjero?
Pero los papis no estaban dispuestos a rendirse. Sobre todo Lourdes, que con Milagritos en brazos anda por todas partes golpeando puertas. En estos meses ha conseguido mucho: que la niña fuera sometida a dos cirugías. En la última, en el Hospital Nacional de Itauguá, le sacaron el riñón izquierdo, el que menos funcionaba, y sometieron el otro riñón a un fuerte tratamiento para detener la infección.
Ahora Milagritos necesita otra cirugía fundamental, un reimplante de uretra, ya que en lugar de las dos normales, ella nació con cuatro. Para completar lo que costará la operación, sus padres necesitan unos 15 millones de guaraníes. Suma inalcanzable para ellos, que ya han gastado casi todo lo que tienen.
Por eso, aquí vamos, toda Ciudad del Este y Alto Paraná, en una cruzada por salvar la vida de este angel que sonríe y se aferra a la vida. Muchas personas se han unido y distribuyen volantes en las calles o vía Internet. El sábado 27 se realiza un maratón solidario en la Plaza de la Paz, frente a la Municipalidad de CDE. ¡Todos juntos con Milagros!
Algo pasa en el Paraguay, en estos días. Primero fue el caso de la pequeña Mía Valentina Ortiz, que sensibilizó al país en una cruzada sin fronteras, demostrando una vez más el gran valor de Internet como red de conexión y comunicación social. Luego el de la pequeña Moira Serafini, que tuvo que ser llevada a la Argentina ante la incapacidad paraguaya para atender su grave enfermedad. Y ahora, desde el Este, el caso de nuestra princesita Milagros. Todas niñitas de meses, caritas de angel, sonrisas a flor de labio, tan pequeñitas y ya dando testimonios de lucha tenaz y de amor a la vida.
Por detrás de estas historias está la dura y cruel realidad de un Estado indolente que no tiene respuestas para las enfermedades graves y complejas, y que deja a su población abandonada a su suerte. Está la dura y cruel realidad de los seguros médicos privados que directamente excluyen de cualquier plan a este tipo de casos, y solo queda apelar a la solidaridad ciudadana, un valor tan paraguayo que gracias a Dios sigue vivo y latente, y puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Está la dura y cruel realidad de tantos niños y niñas humildes que simplemente se mueren, porque sus padres no han sabido o no han podido acceder a los medios de comunicación para impulsar una campaña solidaria.
Si, convengamos en que la caridad asistencialista no es solución de fondo, tan solo un parche para un problema estructural… pero es un parche que salva vidas humanas. Y mientras esperamos que políticos y autoridades más sensibles y patriotas se preocupen por crear un sistema de salud más justo y equitativo, tratemos de no dar la espalda a este llamado de solidaridad.
Los que quieran ayudar a salvar la vida de Milagros de Jesús pueden acercar sus aportes a los teléfonos (0983) 291426 y (061) 575001. ¡La sonrisa de un angel les está esperando!

viernes, 19 de octubre de 2007

Yo fui testigo de aquel crimen


“Siete caídas pasaron por mí,
y todas las siete desaparecieron.
Cesó el estruendo de las cascadas,
y con él la memoria de los indios…”.


Recuerdo vívidamente la primera vez que las ví y las sentí, como uno de los momentos más emocionantes de mi existencia. Aquella tarde de mayo de 1970 yo era apenas un febril niño de 9 años, recién llegado desde Yhú a la frontera de Salto del Guairá, y mi padre me llevó a ver las “Siete Quedas” (así las llamaban, en portuñol).
Nunca me alcanzaron las palabras para describir tanta maravilla. Caminamos varios kilómetros por un sendero en medio del monte, mientras un asustador retumbo iba creciendo como el rugir de un monstruo medieval. Cuando el estruendo se volvió ensordecedor, sentí que frescas gotas de agua se filtraban entre el follaje y me golpeaban suavemente en el rostro.
-¿Llueve…? -le pregunté a Papá.
-No -respondió-, son las lágrimas de las Siete Quedas.
La espesura se abrió y emergimos del lado paraguayo en lo alto de un risco, frente a la séptima caída, la más grande, la denominada Garganta del Diablo, aunque hubiera sido más propicio llamarla Garganta de Dios. Torrentes de espumas blancas que bramaban enloquecidas, arrojándose por las laderas de basalto negro, enmarcadas por el verde bosque atlántico, contra un cielo increíblemente azul. Como si aún faltaran colores, las murallas de agua saltaban contra el Sol para componer embriagantes arcos iris.
Desde ese día me volví un fanático y enamorado de los Saltos del Guairá. Me escapaba de casa bien temprano a la mañana, con una mochila al hombro, para explorar hasta la noche cada rincón de mi edén particular. ¿Siete Caídas? ¡Yo conté más de cien, de todos los tamaños, colores y formas!

“Y desaparecen
por la ingrata intervención
de los tecnócratas.
Aquí, siete visiones,
siete esculturas
de líquido perfil
se disuelven
entre cálculos computadorizados
de un país que va dejando de ser humano
para volverse empresa gélida...”.


El día en que supe que iban a morir ahogadas “en nombre del progreso”, bajo el nivel del embalse de la “mayor hidroléctrica del mundo”, sentí una gran aflicción. Yo tenía entonces 17 años, y gracias a la generosidad de mis amigo y maestro Pablo R. Benítez conducía un breve programa radial de comentarios, “Hechos y cosas”, en los mediodías de ZP 27, Radio Mbaracayú. Aquel día titulé mi columna: “Un asesinato ecológico”.
Quizás me olvidé de que vivíamos bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, y que las obras del Superior Gobierno no se cuestionan. Un soldadito vino a buscarme a la radio y me llevó “demorado” hasta la delegación, donde luego de varias horas de espera inquietante apareció el jefe de policía para darme una “reprimenda paternal” sobre el ejercicio responsable del periodismo en la “democracia sin comunismo”.
Me dejaron en libertad, solo para enterarme en la radio de que mi programa había sido cancelado “por orden superior”. Ese día tuve la certeza de que iba a ser periodista para siempre.

“Del movimiento surge una represa
de la agitación, un silencio
empresarial, de hidroeléctrico proyecto.
Vamos a ofrecer todo el confort
que luz y fuerza tarifada generan
a costo de otro bien que no tiene precio
ni rescate, empobreciendo la vida,
en la feroz ilusión de enriquecerla”.


Entre el 13 y el 27 de octubre de 1982, asistí a la lenta agonía de los Saltos del Guairá, cuando se cerraron las compuertas de Itaipú y empezó a crecer el gran lago formado por el embalse. Fue como esa triste escena de “Titanic”, cuando Leonardo Di Caprio nunca acaba de morirse. Pero no era una película, sino la dolorosa vida real.
El agua del Paraná iba subiendo, pero el remolino de los saltos no quería apagarse, y seguía agitándose con un borboteo blanco y espumoso, cada vez más débil. Vi lágrimas en los ojos de las personas que miraban desde la costa paraguaya. Después ya no pude ver nada, porque mis ojos también estaban húmedos.
Allí donde estaba todo el furor y la magia de una de las siete maravillas naturales del mundo, hoy solo queda un quieto e inmenso lago de aguas tristes, junto a una ciudad que solo le guardó el nombre, pero que dejó morir a su principal riqueza sin animarse a alzar la voz.
Hace 25 años, yo fui testigo del mayor asesinato ecológico de toda Sudamérica… y no es algo de lo que tenga particular orgullo.

“Siete Caídas por nosotros pasaron
y no supimos amarlas
y todas las siete fueron muertas
y todas las siete mueren en el aire
siete fantasmas, siete crímenes
de los vivos golpeando a la vida
que nunca mas renacerá..."


(Los versos son del gran poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, la voz más crítica y clara que se alzó en defensa de los Saltos del Guairá. Este texto fue escrito también para al diario digital SopaBrasiguaia.Com, de Foz de Yguazú, que en estos días está publicando una saga sobre los 25 años de la muerte de la Siete Caídas).

lunes, 15 de octubre de 2007

Ciudad del Este confidencial


Si sos de los que creen que Ciudad del Este es solo un conglomerado de caóticas calles atestadas de vendedores y “sacoleiros”, espacio de marginalidad y contrabando donde adquirir desde devedés piratas hasta ametralladoras Uzi a precios increíbles… dejame contarte que te estás perdiendo lo mejor de la película.
CDE es la “cueva de Alí Babá del Universo”, como la bautizó el novelista catalán Manuel Vázquez Montalbán, o “Puerto Trucho”, como la caricaturiza el escritor argentino Martín Caparrós, pero más allá de prejuicios y estereotipos es un fascinante laboratorio sociológico donde conviven múltiples culturas (paraguayos, brasileños, argentinos, chinos taiwaneses, musulmanes, hindúes, judíos, bolivianos, alemanes, indígenas, afromericanos…), la ciudad de los amplios espacios verdes y un torrentoso río de aguas que cantan, la de noches rumorosas y atardeceres mágicos, la de artículos exóticos y sorpresas culinarias, la de grupos sociales con laboriosidad de hormiguero humano.
Si llegás en avión, el aeropuerto Guaraní es mejor que el Silvio Pettirossi de Asunción (perdón, de Luque). Tiene radar y todo, pero queda a 27 kilómetros del centro y un viaje en taxi te cuesta tanto como el vuelo.
Una linda opción es venir en ómnibus. Hay buenos servicios de coche cama a la noche, viajás en sueños para llegar al alba, cuando la frontera se despereza y comienza el vértigo. La estación terminal está sucia y deteriorada, pero bajás somnoliento y no te fijás en detalles.
Si venís en auto, tomate algún calmante. Yo estaba convencido de que Asunción es la ciudad donde peor se maneja … hasta que me tocó hacerlo en CDE. Tiene amplias autopistas y avenidas, rotondas y accesos alternativos, pero nadie respeta nada. Es la ley de la selva. Cualquiera atropella por cualquier lado, hay miles de “motoqueiros” kamikazes a cien por hora, embotellamientos infernales, y los agentes de tránsito visten uniformes tipo Rambo.
Hay muchas opciones de alojamiento pero falta un buen hotel cinco estrella. Un grupo inversor argentino anuncia para 2008 la rehabilitación del Hotel Casino Acaray, con nivel cuatro estrellas y suites con vistas al Puente de la Amistad. Para quienes quieran combinar el confort y la belleza natural, el Hotel Casablanca, en el Paraná Country Club, es un edén verde y florido con terrazas a orillas del legendario río.
¿Lugares donde comer bien? En el tercer piso de la tienda Monalisa hay un elegante restó con finos platos y precios en dólares, donde uno puede cruzarse con celebridades del fútbol como Rivaldo o Ronaldo, y en el sótano está la mejor bodega del Cono Sur, con más de 200 mil botellas de vino, principalmente francés.
Mi lugar favorito es “El Puerto”, frente al shopping Mirage, agradable taberna española que sirve un impagable camarón al ajillo. El restaurante Pharaone, del complejo Mita’i, es otro de los sitios de buena gastronomía. A nivel más popular, nada como el Carlitos, o el Cavi.
Hay un mito generalizado de que CDE muere a las cuatro de la tarde y no tiene vida nocturna. Es falso. Aunque los esteños son reacios a salir, hay cada vez mejores locales de espectáculos, discotecas, bares, karaokes, parrilladas. Personalmente me gusta el pub “La ribera del río”, detrás de la Catedral, donde se puede tomar un trago viendo pasar las canoas de contrabando por el Paraná. Los viernes hay show de música en vivo, grupos locales de buen rock, jazz o blues.
El barrio cheto es Boquerón, especie de Las Carmelitas fronterizo, con bellas casas residenciales alrededor del Lago de la República. Lo de lago parece chiste, pues se trata de un gran charco artificial formado por un contaminado arroyo, aunque de allí toman el agua corriente que siempre falta, a pesar de que tienen el Paraná inmenso a mano. Al atardecer el lago hasta parece lindo y da gusto salir a correr por sus orillas, haciendo “faces”.
Ya les iré contando más. En estos días le contestaba un mail al amigo Alfredo Boccia: “Si en vez de periodista fuese aduanero, hubiera sido un gran premio que me destinen a la frontera, pero tiene sus ventajas: aquí no tenemos a Oviedo, ni a Nicanor, ni a Lugo, ni siquiera a Julio Colmán o Magdaleno Silva, y hasta nuestro cacique local, Zacarías Irún, empieza a caerme simpático. Si te rompen mucho las bolas, cruzás un rato el puente y al otro lado tenés samba, garotas, caipiriña, feijoada, eré eréa…”. Solo era una broma, claro, pero se lo decía muy en serio.

martes, 9 de octubre de 2007

Yo quiero ser parlamentario

Querida mamá:
Te escribo para contarte que ya resolví la profunda crisis existencial y vocacional que me tenía re-angustiado, desde que terminé la secundaria. Por fin se acabó toda la profunda duda y la interminable discusión en la mesa familiar acerca de cual carrera universitaria seguir, qué profesión abrazar en la vida: arquitecto, ingeniero, maestro, medico, abogado, modelo o futbolista.
Es que ayer leí una noticia publicada por un diario y se me iluminaron los ojos. ¡Al fin vi la luz! Me convencí automáticamente: ¡Mamá, yo quiero ser parlamentario!
Claro. ¿En que otra carrera, oficio, profesión o lo que sea, en este país, puedo aspirar a ganar un salario fijo o disfrazado de aproximadamente 20 millones de guaraníes? ¡Ni el presidente de la República gana eso! (Al menos, no oficialmente).
Para más, ahora -en otra de esas geniales maniobras de hacer o modificar las leyes a su medida y conveniencia-, los legisladores acaban de auto-concederse una jubilación privilegiada con apenas cinco años de aporte, en que cada uno, al dejar su banca... ¡recibirá cerca de 70 millones de guaraníes!
No, no, no... ya no tengo ninguna duda, madre mía: ¡Yo quiero ser parlamentario!
¿Médico...? ¿Para qué...? ¿Para sufrir la impotencia de ver morir a mis compatriotas, formando cola ante esos monumentos al vacío que insisten en llamar hospitales? ¿Para pasarme en manifestaciones como esos que ahora están en la calle, mendigando un pequeño porcentaje más sobre el miserable sueldo que ganan, y ser garroteado por la policía? ¡Ah, no!
¿Maestro...? ¿Para qué...? ¿Para auto-engañarme creyendo que la educación les importa a quienes no la tienen y deben decidir cuánto dinero invertir en el futuro del país? ¿Para enseñar ad honorem y morirme de hambre, esperando eternamente un rubro que nunca llega? ¡Wákala!
No hablemos de un empleo "normal" a los que apenas acceden los ciudadanos comunes, con un salario mínimo de 1.089.103 guaraníes (poco más del 5% de lo que ganan los parlamentarios). Ni pensar en los miles de desempleados, en los que sobreviven en las calles, en lo que son condenados a la marginalidad y la pobreza más espantosa. ¿Cuantos podrían vivir un año con el sueldo mensual de un diputado?
¿Futbolista...? No deja de ser otra opción tentadora. Ahí lo tenés a Roquegol o a Dos Santos, ganando millones de euros. Pero hay que sudar la camiseta, cuesta mucho sacrificio y siempre está el riesgo de que te rompan el alma en el próximo partido.
En cambio, ser parlamentario... ¿que esfuerzo exige? Venís cuando querés en tu 4x4 con aire acondicionado hasta el edificio del plato volador, te sentás en tu sillón a decir todas las pavadas que se te antojen, hablás por celular, levantás la mano cuando hay que votar según lo acordado, fumás en el recinto cerrado sin importarte que esté prohibido, inflás el presupuesto hasta la estratósfera (total la plata no va a salir de tu bolsillo)... y nadie te puede sancionar, para eso están los fueros. ¡Que lindo!
No, mamá. No me contradigas. Ya sé que los parlamentarios son elegidos para otra cosa, para representar democráticamente al pueblo, para responder a las necesidades de la gente, para legislar a favor del bien común... ¡Japoina!
Así que, basta de discusión. Ser legislador es lo más mbareté, lo más jaryi, es ser un winner total, luego. ¡Yo quiero ser parlamentario!
Besos.
Tu hijo (el futuro diputado).

viernes, 5 de octubre de 2007

¡No a la censura del Orkut!

Si no fuera por el Orkut, Última Hora no habría publicado la mayor primicia periodística del 2007: el hallazgo con vida del locutor Enrique “Kike” Galeano, a quien se consideraba desaparecido y asesinado. Una internauta lo detectó en su comunidad y proveyó el dato. A través del Orkut contactamos con él para que acepte ser entrevistado en Sao Paulo, Brasil, en julio pasado, y emerger desde la clandestinidad a dar vuelta la historia.
Por intermedio del Orkut, el cyber-periodista Guilherme Dreyer, del blog SopaBrasiguaia.com, de Foz de Yguazú, pudo obtener valiosas pistas sobre el robo de billetes de 50 mil guaraníes de la Serie C, cuando halló que un joven brasileño ofrecía dinero paraguayo por internet a menos de su valor real.
El Orkut fue la principal fuente de información de la colega Mabel Renhfeldt, del diario ABC Color, en sus reportajes sobre el presunto enriquecimiento ilícito del actual director paraguayo de Itaipú, Víctor Bernal, pues los propios hijos y familiares del funcionario habían alzado allí reveladores datos y fotografías sobre costosos viajes y fastuosos bienes adquiridos.
Son apenas tres ejemplos de la utilidad de este sitio en internet.
En 2001, Orkut Büyükkökten, joven ingeniero de origen turco, creó en la universidad de Stanford, Estados Unidos, un programa llamado Club Nexus, que solo pretendía establecer un “registro” de amigos que comparten intereses en la red. Tuvo tanta aceptación que de allí nació una empresa, Affinity Engines, y el proyecto se transformó en un producto comercial, bautizado como InCircle. Como sucede con todo lo que tiene éxito en Internet, la poderosa compañía Google ofreció un contrato millonario a Büyükkökten y relanzó el programa con el nombre de su creador, en enero de 2004. Hoy tiene cerca de 70 millones de usuarios en el mundo.
El Orkut es una red social para hacer relaciones y formar grupos o comunidades por temas y categorías, abrir foros y debates, compartir datos, fotos y videos, establecer citas, hacer anuncios, enviar mensajes, etc. Lo mágico es que se puede hacer amistad o establecer relación amorosa con alguien que pertenece a otra cultura y se halla a millones de kilómetros, pero tiene los mismos sueños e ideales que uno, y le desvelan las mismas preguntas existenciales.
Me volví “orkutiano” hace poco, cuando entendí que es una herramienta informática útil para el trabajo periodístico. Desde entonces, además de un eficaz medio para mantenerme comunicado con amigos y amigas, voy sumando a nuevos contactos que me enriquecen como profesional y ser humano. Entre mis comunidades hay sitios de idealismo como “Quiero cambiar el mundo”, “Justicia para Ycuá Bolaños”, “Yo quiero mejorar Ciudad del Este”, o sitios de formación profesional y debate como “Periodismo en español”, “Periodismo UNA”, “ÚH digital” o “Leer es un placer”.
Por eso me sentí alarmado en estos días, al oír voces airadas de educadores y padres de familia que piden censurar o clausurar el Orkut en Paraguay, en respuesta a inadaptados sociales que lo mal utilizan para agredir, insultar o amenazar a otras personas. Lo preocupante es que el pedido totalitario encuentra eco en profesionales de la Fiscalía y en legisladores que ya tienen hasta un proyecto de Ley para censurar internet.
Sé que es grave y preocupante que desde la red se promueva el odio, la intolerancia, el racismo o la violencia. Pero, ¿acaso la mejor respuesta es prohibir, censurar, clausurar un espacio de comunicación? También hay inadaptados que usan el teléfono para insultar y hasta amenazar de muerte. ¿A quien se le ocurre prohibir por ello el uso del teléfono?
Como toda máquina, las computadoras interconectadas no tienen moral. Si alguien muere acuchillado, la culpa no es del cuchillo sino de quien lo empuña. El cuchillo en manos de Jack El Destripador es un arma de terror, pero en las de Sarita Garófalo hace manjares en la cocina, en las del tallador Zenón Paéz produce obras de arte, y en las de un médico cirujano permite salvar vidas. ¡Arresten a Jack El Destripador, pero no le quiten el cuchillo a Sarita, a Zenón, ni al cirujano!
Aunque todavía está en pañales, internet es uno de los espacios de mayor libertad del que hoy dispone la humanidad para comunicarse, informarse, expresarse y ayudarse a ser mejor. Paradójicamente, un instrumento tecnológico creado por quienes dominan el mundo, se ha convertido en el único espacio realmente libre de comunicación que ni la CIA, ni el Pentágono, ni todos los servicios de inteligencia y seguridad del planeta pueden controlar.
¿Vamos a dejar que los totalitarios nos quiten pedazos de cielo informático?
Ayer fue Radio Ñandutí, ABC, Última Hora, La Tribuna, El Pueblo, El Radical, Comunidad, la obra teatral “San Fernando”...
Hoy puede ser el Orkut.
Mañana, quien sabe…
¡No a la censura!

lunes, 1 de octubre de 2007

Ponete en bolas Nicole o las faltas éticas de la prensa


Hace dos semanas, una noticia se instaló con fuerza en importantes medios periodísticos de la Argentina, incluyendo a Clarín y La Nación, y llegó como si se tratara de una información seria —aunque pintoresca— hasta las páginas de prestigiosos diarios internacionales, como La Vanguardia de Barcelona y El País de Madrid.
Relataba que un singular comando terrorista había secuestrado a uno de los más queridos perros de la conocida modelo Nicole Neumann, y exigía como rescate que ella haga realidad la promesa de desnudarse totalmente en el centro de Buenos Aires, que había formulado el 29 de agosto en repudio al uso de pieles de animales, pero que no llegó a cumplir al ver que una verdadera multitud la esperaba en el lugar. "Te sacás la ropa, te devolvemos al perro y todos contentos. Ahora... si no querés acceder, te lo hacemos abrigo para el frío", le advertían con tono macabro.
La amenaza se propagó desde Internet (se puede ver en: http://hacetecargonicole.blogspot.com/). Los miembros del denominado MPBN (Movimiento Ponete en Bolas Nicole) aparecían como en los videos de Al Qaeda o el IRA, enmascarados bajo una bandera con las siglas de la organización, aunque sus máscaras eran las del osito Winnie Pooh y del asesino serial de la película Scream. Lo que le daba cierta credibilidad es que los secuestradores mostraban a un perro collie cautivo, muy parecido al que Nicole había exhibido en fotografías.
La noticia rebotó durante días en radios, programas de tevé y páginas de periódicos. En su última edición, el dominical Perfil reveló la verdad: los presuntos terroristas no eran otros que seis audaces creativos de una agencia publicitaria, que decidieron realizar un experimento para ver hasta dónde los medios cumplen su responsabilidad ética de chequear si una información es verdadera o no, antes de publicarla. El resultado es simpático, pero preocupante: Casi todos divulgaron la noticia sin preocuparse en confirmar cuanto de cierto había detrás.
Me recuerda el ejemplo local que tanto le gusta citar en sus discursos al hiperactivo y verborrágico Tendotá: la historia de la mujer que en febrero pasado denunció en Concepción que una enorme boa kuriju devoró a su marido, y que todos los medios publicaron con gran destaque, hasta que al día siguiente se descubrió que más que una gran boa era una gran bola.
No será Nicole desnuda, pero la fabuladora concepcionera también ayuda a desnudar la vulnerabilidad de nuestro trabajo cotidiano, y lleva a preguntarnos si, en la vertiginosa carrera por dar primero la más espectacular noticia, en qué medida somos fieles a los principios éticos y profesionales.
Hasta ahora el periodismo paraguayo no cuenta con un código de ética institucionalizado. En 1994, el Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP), bajo la dirección de la colega Susana Oviedo, puso en marcha una serie de talleres, que contó con la asesoría del colombiano Javier Darío Restrepo, gran gurú internacional de la ética periodística, y logró la elaboración de un código de 20 artículos, que fue aprobado a medias en una reñida asamblea. Pero los directivos del SPP que vinieron después ya no le dieron importancia y el código se quedó allí, en el limbo, como tantas cosas en este país.
En estos días, junto a un nuevo manual de estilo, la redacción de Última Hora está analizando el borrador de lo que probablemente será el primer código institucional de normas éticas de un diario nacional. También el novel Foro de Periodistas Paraguayos (FOPEP) ha abierto el debate para un nuevo código de ética que sea elaborado por todos los trabajadores de comunicación en el país.
El instrumento es necesario, no como un elemento de castigo o sanción moral, sino como referencia de lo que hay que hacer, y lo que no. Las malas prácticas profesionales pueden causar un grave daño a la calidad de la tarea informativa y, en consecuencia, a la democracia. Se requiere de un periodismo menos fatalista y más positivo, que evite el sensacionalismo y el escándalo, que respete el derecho a la intimidad y el derecho a réplica, que no manipule ni contamine los hechos, que sea riguroso en la investigación y el análisis, que ofrezca la información que la sociedad necesita para ser más libre.