lunes, 26 de enero de 2009

La historia del EPP (1): Una banda armada con entrenamiento guerrillero


En 1997, siete ex seminaristas y activistas sociales decidieron iniciar la lucha armada e intentaron robar un banco en Choré para reunir fondos. Fueron descubiertos y encarcelados, pero la ruta de sangre y pólvora ya estaba trazada.

Por Andrés Colmán Gutiérrez 

-¡Quieto…! ¡Manos arriba! ¡Policía…! –gritó el jefe de la Comisaría de Choré, Álvaro Ramírez, apuntando su revólver al interior de la vivienda, mientras dos de los oficiales abrían la puerta con un fuerte empujón.

Adentro se hallaba una mujer en estado de embarazo, quien “intentó agredir a puñaladas con una tijera al personal interviniente”, según el parte policial. Los hombres la rodearon y le sacaron el objeto cortante. La identificaron como Carmen María Villalba Ayala.

En otra habitación estaba un hombre junto a la boca de un enorme túnel cavado en el piso. “Se apoderó de una escopeta pajera, trató de cerrojar o cargar a fin de disparar a los intervinientes, oportunidad en que los oficiales Giménez, Simiano y Guillén se tomaron de la escopeta, neutralizando la acción”, narra el comisario Ramírez. La identidad del hombre fue confirmada como Alcides Oviedo Brítez.

Desde el fondo del patio, un soldadito dio la alarma con un disparo de fusil al aire.

-¡Chake…! ¡O dispará hikuái…!

Cuatro hombres acababan de salir corriendo por detrás. Los policías salieron en su persecución. Tras un intercambio de disparos, tres fueron capturados: Lucio Silva, Francisco Lezcano Espínola y Pedro Maciel Cardozo. El cuarto logró escapar y nunca se supo su identidad. Antes, otro había sido arrestado cerca del cementerio local. Su nombre: Gilberto Chamil Setrini Cardozo.

INTENTO DE ROBO. Era el 15 de diciembre de 1997, al mediodía. La noticia sacudió a la apacible localidad de Choré, en el desgarrado San Pedro. Acababan de descubrir que la amable vecina Carmen Villalba, a quien veían tejer en el patio de la vivienda que un mes antes habían alquilado con su marido Alcides Oviedo, frente a la sucursal del Banco Nacional de Fomento, integraba una banda que estaba cavando un túnel para robar el local bancario.

El pozo, que iniciaba dentro de la vivienda y se encaminaba hacia la bóveda, ya tenía 60 metros de largo, 1,75 de diámetro, con caños conectados a un extractor de aire y reflectores. Los seis fueron condenados a 3 años y 3 meses de cárcel, y salieron en libertad condicional en el 2000. Sus nombres volverían a sonar en enero de 2002, cuando la Fiscalía acusó a los miembros de “la banda de Choré” de estar involucrados en el secuestro de María Edith de Debernardi.

Lo que nadie imaginaba el ardiente mediodía de diciembre de 1997, en Choré, es que esa primera acción delictiva ya encubría el proyecto de iniciar un peculiar estilo de lucha armada, que diez años más tarde tomaría la forma de un grupo autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

ACTIVISMO ECLESIAL. Un denominador común une a los fundadores del grupo armado: casi todos despertaron al activismo social y político dentro de la Iglesia Católica paraguaya.

Alcides Oviedo, actualmente preso y condenado por el secuestro de María Edith de Debernardi, a quien los miembros del EPP consideran su “comandante en jefe”, nació en Capitán Meza, Itapúa, en 1969, en el seno de una modesta y numerosa familia de diez hermanos. Su padre había muerto asesinado en la cárcel.

A la edad de 12 años ingresó al Seminario de Encarnación, donde se hizo amigo de otros dos jóvenes campesinos: Gilberto Setrini y Pedro Maciel Cardozo, oriundos de San Pedrito, General Delgado. “Éramos muy inquietos, los tres. Nos íbamos a los asentamientos a predicar la biblia, pero veíamos la gran pobreza que había, y eso nos conmovió” cuenta Maciel Cardozo, quien se  separó del grupo luego del frustrado robo al banco de Choré.

EL MARXISMO. En 1990 son trasladados al Seminario Mayor de Asunción para cursar Teología y prepararse a ser sacerdotes. Sus inquietudes sociales los llevan a profundizar lecturas identificadas con el marxismo, como la obra de los teólogos de la liberación. También contactan con activistas sociales y de izquierda, entre ellos a Juan Arrom, líder del partido Patria Libre, quien estudiaba una materia en el Instituto de Teología y se convierte en compañero de aula de los tres itapuenses.

Sus ideas radicales causan conflictos internos y en 1992 ocho seminaristas son expulsados, acusados de “comunistas”. Alcides Oviedo, Gilberto Setrini, Pedro Maciel y Raúl Araujo acuden junto al entonces auxiliar de la Arquidiócesis, el obispo Jorge Livieres Bank, a quien piden ayuda para continuar sus estudios.

“Vinieron a decirme que el Seminario no estaba abierto a las necesidades del pueblo y hablaban de reivindicar los valores del marxismo. Creo que ya no estaban en una actitud de fe. Se politizaron a través del contacto con Juan Arrom y otros compañeros de este, que militaban en la izquierda y frecuentaban el seminario”, corrobora monseñor Livieres, hoy obispo emérito de Itapúa.

Los jóvenes ex seminaristas forman el Movimiento Monseñor Oscar Romero para “impulsar la conciencia a favor de la revolución”, a cuyas filas se unen dos chicas ex catequistas llegadas desde Concepción: Carmen y Rosa Villalba. La política se mezcla con el amor: Alcides Oviedo se casa con Carmen y Gilberto Setrini se une sentimentalmente con Rosa.

“UN TRABAJO”. En 1997, Oviedo y Setrini visitan a Pedro Maciel Cardozo, quien trabajaba en una heladería de Asunción y le proponen realizar “un trabajo social en el interior”, sin darle muchos detalles.

El ex seminarista los acompaña hasta Choré, donde se entera que el plan consistía en cavar un túnel para robar el banco y recaudar fondos para “hacer la revolución”. Allí conoce a otros nuevos miembros del grupo: Lucio Silva y Francisco Lezcano, campesinos del asentamiento Cororo’i, San Pedro.

Maciel Cardozo no lo dice expresamente, pero el plan de iniciar un grupo armado de corte guerrillero, dispuesto a recabar fondos a través de robos y secuestros, ya estaba en plena gestación.

Próxima entrega: Relaciones peligrosas, contacto y entrenamiento con el Frente Manuel Rodríguez y las FARC.

lunes, 5 de enero de 2009

Algo pasa en el Norte

Foto: Escombros de la Comisaría Policial de Huguá Ñandú, Concepción, atacada e incendiada por miembros del EPP el 18 de abril de 2006.

Hay quienes ríen cuando se habla de un peculiar grupo guerrillero que desde hace años realiza esporádicas acciones armadas en Concepción  y San Pedro. Pero a cada tanto sus huellas se imprimen a fuego en las portadas de los medios de comunicación, como en el primer día de este 2009.

A la manera del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que el 1 de enero de 1994 salió a luz, atacando guarniciones militares en el Sureste mexicano, la columna de hombres armados que se hace llamar Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) escogió la noche de Año Nuevo para asaltar y quemar un destacamento militar en Tacuatí. La misma fecha en que se celebró los 50 años del triunfo de la revolución cubana.

Si las vinculaciones se comprueban, es el mismo grupo que el 18 de abril de 2006 atacó e incendió la comisaría policial de Huguá Ñandú, en Concepción. Entonces, el “comandante Alexander”, -identificado por un presunto ex miembro como Osvaldo Villalba, acusado de estar implicado en el secuestro y asesinato de Cecilia Cubas-, le gritó al suboficial de policía Leonardo Cabrera: “¡Decile a tu Nicanor que apenas estamos empezando!”.

El 12 de marzo de 2008 atacaron la estancia del sojero brasileño Naborth Boht, en Curusú de Hierro. Incendiaron un camión, dos tractores, una cosechadora. Dejaron panfletos y pinturas que decían: “Comando Germán Aguayo del Ejercito del Pueblo Paraguayo (EPP). Tierra a los campesinos paraguayos. Quienes matan al pueblo con agrotóxicos pagarán de esta manera”.

En agosto de 2008 se los vinculó con el secuestro del ganadero Luis Lindstron, ex intendente de Tacuatí. Desde la cárcel, la procesada Carmen Villalba explicó que el EPP es “una organización revolucionaria político militar” con un nacionalismo inspirado en Francia y el Mariscal López.

Como siempre, hubo sonrisas escépticas: ¿Guerrilleros en el Paraguay, en pleno Siglo Veintiuno? Suena a novela de ficción, a realismo mágico, a teleserie tercermundista. Pero los disparos siguen sonando, los secuestros continúan, los escombros de locales policiales-militares y establecimientos productivos siguen ardiendo…

Era lógico que consideren enemigo al gobierno “explotador y antiimperialista” de Nicanor Duarte Frutos, pero llama la atención que sigan alzados en armas contra el actual gobierno de Fernando Lugo, identificado con sectores de izquierda.

Algo pasa en el Norte paraguayo, secular territorio del olvido y la pobreza. El Ejecutivo insiste en que son delincuentes comunes. La Fiscalía los considera secuestradores prófugos. Pero son mucho más que eso, ya que tienen un evidente entrenamiento insurreccional, un discurso político radical, un aparente apoyo de bases campesinas y una habilidad en moverse sin haber sido detectados hasta ahora por las fuerzas de seguridad. Encarar contra ellos una respuesta puramente represiva no será suficiente, ni acaso lo más acertado.