"¿Qué tiene de malo que Itaipú y Yacyretá les paguen a los medios y a los periodistas por hacer publicidad en sus espacios?", pregunta Miriam, alumna de periodismo, vía correo electrónico. Ella está preocupada porque Última Hora y ABC vienen publicando las listas (todavía incompletas) de comunicadores y empresas que durante el gobierno de Nicanor Duarte Frutos recibieron decenas de millones de dólares por pautas publicitarias desde las dos entidades binacionales. Piensa que en la divulgación hay "cierta maldad" e intención de "quemar" a algunos colegas.
Quiero ser lo más didáctico posible en las respuestas:
1. Itaipú y Yacyretá no tienen ninguna necesidad de hacer publicidad. Las dos entidades ofrecen un producto (la energía eléctrica), que ya tiene un mercado cautivo y no requiere promoción comercial como las bebidas alcohólicas o los cigarrillos. La electricidad se vende sola.
2. No solo derrocharon multimillonarios fondos del dinero del pueblo en campañas que no eran necesarias, sino además otorgaron las pautas publicitarias discrecionalmente, sin transparencia, atentando contra la libre competencia de los medios y distorsionando la función social del periodismo. Radioemisoras con reducido nivel de audiencia, junto a semanarios virtuales o inexistentes páginas web, facturaban diez veces más que un medio de alcance nacional.
3. El generoso reparto de la torta publicitaria tenía dos principales objetivos:
a) Comprar conciencias y acallar (sobornar) a un sector de los periodistas y dueños de medios (¿Por qué será que quienes figuran en la generosa lista nunca dijeron nada del abuso de los fondos sociales para financiar la campaña electoral del nicanorismo, ni de las licitaciones amañadas, ni del escandaloso robo en la Fundación Tesãi?).
b) Obtener a cambio una "buena imagen" de las administraciones y del Gobierno de Nicanor, no como publicidad pagada, sino como mensajes disfrazados de noticias (informes preparados por la agencia Sistema Siete que se pasaban en medio de los noticieros de los canales de tevé, o entrevistadores políticos que hablaban maravillas de Itaipú y Yacyretá en mitad de la charla con sus invitados).
4. Hay una grave distorsión ética cuando es un periodista (y no el promotor publicitario de la empresa) el que negocia y cobra personalmente los avisos para el medio, y se guarda las millonarias comisiones. ¿Es periodista o publicista? ¿Qué independencia o espíritu crítico puede tener, cuando le toca cubrir o procesar una noticia en la que está involucrado el mismo funcionario o político que le paga el aviso?
5. Dar a conocer la lista no es "maldad": es deber informativo. Es superar el falso concepto de solidaridad, o de defensa corporativa, que anida en sectores del gremio periodístico. Y habla muy bien de la independencia de Última Hora que algunos colegas mencionados allí pertenezcan incluso al mismo grupo empresarial de comunicación.
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