martes, 27 de mayo de 2008

Leoncio y Josimar


Leoncio tiene 21 años. Nació en Tavaí, Caazapá. Sus padres migraron al Alto Paraná, huyendo de la miseria. Querían un lote agrícola, pero pronto descubrieron que allí la tierra ya había sido vendida a los brasileños y solo les quedaban lindas promesas nunca cumplidas.
Se encontraron con otras familias en el mismo vía crucis. Se juntaron, se convencieron de que el único modo de acceder al derecho constitucional de tener un pedazo de tierra y una vivienda era a través de la fuerza colectiva, de la unión de los marginados. Se organizaron.
Una fría madrugada cortaron los alambres de una gran propiedad y allí plantaron su bandera, levantaron sus ranchitos de rama y hule. Al poco tiempo se vieron rodeados por un horizonte de armas y uniformes.
Fueron desalojados con violencia. Varios heridos, ranchos incendiados, bandera cortada a machetazos. Al mes volvieron a entrar. Aprendieron a resistir, a formar murallas humanas, a hacer denuncias en los medios. Al cabo de largos años, obtuvieron un lote de 5 hectáreas en Chino-cue.
Allí creció Leoncio con sus hermanos. Labrando la tierra desde el amanecer hasta el ocaso. Tanto sacrificio cuando toda la ganancia se la lleva el acopiador y a ellos solo les quedan las deudas. Quiso formar su propia familia, pero la tierra de papá quedaba chica y en el Indert le daban las mismas promesas de siempre.
Ahora Leoncio está en San Pedro, repitiendo la historia. Lleva una bandera tricolor en una mano y un machete en la otra. Y se pregunta si ahora que hay un nuevo presidente, distinto al de los colorados, acaso será diferente.
Josimar tiene 24 años. Nació en Santa Rita, Paraguay, pero tiene nombre brasileño y sueña en portugués. Sus padres llegaron desde Rio Grande do Sul, porque aquí la tierra era barata y las autoridades generosas.
A las 6 a.m., Josimar sube a bordo de una máquina cosechadora salida del film La Guerra de las Galaxias, cierra la cabina, enciende el aire acondicionado, pone un cedé de Leandro y Leonardo, y comienza él solo la tarea de recoger las 80 hectáreas de soja sembradas por su familia en San Cristóbal.
Si todo sale bien, cada hectárea les dejará una ganancia de 4.000 dólares. Se podría ganar más, mucho más. Hace falta comprar más tierra, plantar más soja, pero los campesinos paraguayos son tercos y no quieren vender. Tampoco quieren trabajar. ¿Por qué insisten con la mandioca o el poroto en chacras antiguas, cuando podrían mecanizar todo, plantar solo soja y volverse millonarios? Encima protestan porque se tumban los bosques y se usan agroquímicos. ¿Cómo plantar, entonces?
Ahora Josimar está asustado. Un grupo de campesinos amenaza invadir la nueva propiedad comprada en San Pedro. Las autoridades paraguayas siempre les han protegido, aunque han tenido que pagarles mucho dinero. Se pregunta si ahora que hay un nuevo presidente, distinto al de los colorados, acaso será diferente.
Leoncio y Josimar, enfrentados a los dos lados de la alambrada.
¿Dos realidades, dos países?
¿O simplemente un mismo país desgarrado que necesita confrontar sus diferencias, abrirse al diálogo, buscar una manera de corregir y superar sus viejos males?
¿Hay un nuevo Paraguay para Leoncio?
¿Hay un nuevo Paraguay para Josimar?

viernes, 2 de mayo de 2008

Narcodólares en la política paraguaya


Albino Almirón pensó que la diosa fortuna le sonreía, el día en que enviados de una agencia le ofrecieron diez millones de guaraníes a cambio de instalar un enorme cartel publicitario en su patio, sobre la ruta 3, en pleno centro de Yby Yaú, Concepción.
Entusiasmado con el negocio, se olvidó de preguntar qué producto comercial iba a ser promocionado. Quizás una marca de gaseosa, cigarrillo o caña, con la foto de una linda chica con poca ropa, de esas que alegran el paisaje.
Cuando instalaron el armatoste y mostraron lo que había en él, Almirón sintió que la tierra se hundía bajos sus pies. Era un cartel de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), con la leyenda: “Son buscados por narcotráfico y otros crímenes”, con retratos de los cuatro más poderosos capos de la región, con nombres grandes y visibles: Fahd Yamil Georges, Erineu Domingo Sóligo “Pingo”, Jarvis Chimenes Pavao y Luiz Carlos Da Rocha “Cabeza Branca”.
Desesperado, el vecino imploró que lo saquen de su patio y ofreció devolver el dinero, pero los publicistas dijeron que un trato es un trato. Una llamada telefónica los convenció. La voz en portugués ordenaba: “Tira daí o cartel, ou vocé vai ficar finado”. El material fue trasladado al frente de la comisaría de Yby Yaú, donde sigue hasta ahora. El 7 de agosto de 2006, Almirón murió a consecuencia de un mal cardiaco.
Esta pintoresca aunque trágica anécdota ilustra cómo se mueven los hilos del narcotráfico en la región norte del Paraguay.
Esta semana, la periodista Mabel Renfheldt divulgó una reveladora conversación grabada por la Senad en 2006 entre el entonces comisario de Yby Yaú, Osvaldo Núñez, y el diputado colorado por Concepción, Magdaleno Silva, reelecto por el sector nicanorista.
En diálogo telefónico, el jefe policial cuenta al parlamentario que un brasileño le advirtió: “Aténgase a las consecuencias de todo lo que mandó poner allí”, refiriéndose al cartel de la Senad. El comisario se queja por las redadas que una brigada de los agentes antidrogas, al mando del entonces director de operaciones Luis Rojas, había realizado en la zona. “Sarambi hicieron, llevaron 24 armas de aquí, chera’a, llevaron muchas armas de nuestros amigos”, reclama. Y el diputado Silva ofrece llamar al ministro de la Senad, Hugo Castor Ibarra, para solucionar el problema.
La grabación es una joya preciosa para cualquier agente del Ministerio Público que -ahora que el partido colorado está en retirada del poder- quiera indagar los nexos políticos con la mafia del narcotráfico, pero llamativamente el fiscal Arnaldo Giuzzio se desentendió del tema, y ningún otro fiscal insinuó siquiera el más mínimo interés.
El diálogo Silva-Nuñez se enlaza directamente con los contenidos de la carta de renuncia entregada por el ex director Luis Rojas al ministro Hugo Castor Ibarra, en el que enumera graves hechos de corrupción e irregularidades en la Senad, y acusa que Ibarra ordenó espiar con escuchas telefónicas ilegales al entonces candidato y hoy presidente electo, Fernando Lugo. Pero ningún fiscal está investigando las denuncias y acusaciones de Rojas.
Reiteradas veces, la prensa publicó evidencias de que dólares del narcotráfico financian campañas políticas en el Paraguay.
En 2006, un allanamiento a la mansión del narcotraficante prófugo Jarvis Ximenes Pavao, en Pedro Juan Caballero, permitió hallar una fotografía en la que el capo de la droga disfrutaba de un asado en compañía del colorado Luis Gonzaga Mieres, ex intendente municipal, y del concejal liberal Pedro González. Ahora González fue electo diputado por Amambay, en la lista del PLRA.
El lunes a la tarde, en Radio Primero de Marzo, el diputado Magdaleno Silva admitió que Hilarión Duarte, su contrincante colorado para las municipales del 2006, recibía dinero del narcotraficante Jarvis. Antes, el docente de Yby Yaú, Oscar Gaona, uno de los hombres de Duarte, había declarado a Última Hora que en la misma campaña, el narco “Cabeza branca” Da Rocha había financiado la campaña de Silva. ¿Quién los investiga?
Se supone que algo cambió en el Paraguay, luego del 20 de abril, pero todavía no se nota. Empiezan a salir a luz más trapitos sucios, pero no se ve a los fiscales y jueces dispuestos a hacer justicia. ¿Será que siguen con miedo, o sometidos a los intereses de los políticos electoralmente derrotados?