lunes, 14 de marzo de 2011
Los indígenas sojeros
Después de haber leído tantos libros e investigaciones que aseguran que el cultivo de la soja produce riqueza solo para unos pocos empresarios rurales, en su mayoría extranjeros, mientras condena a una gran masa de campesinos e indígenas a sobrevivir en la miseria, cuesta entender una experiencia como la de los Aché de Puerto Barra Tapyi, Alto Paraná, que han encontrado justamente en la producción agrícola mecanizada de la oleaginosa el medio para construir su prosperidad y salir del atraso, sin renunciar a la esencia de su cultura y su identidad como pueblo originario.
Este miércoles 9 de marzo nos tocó participar del ritual de celebración de la cosecha en los campos de la comunidad, a 130 kilómetros al Sur de Ciudad del Este, y fue llamativo verlos con los rostros cubiertos por sus tradicionales pinturas de fiesta, cantando un himno primordial en lengua Aché, mientras tres potentes y modernas máquinas cosechadoras recolectaban hasta 4.200 kilos por hectárea de las 100 cultivadas de soja, en un rendimiento que les permitirá obtener cerca de 300 mil dólares para las 38 familias asentadas.
Han tenido que pasar más de 35 años desde que sus antepasados eran perseguidos y cazados como animales en los montes del Alto Paraná, cuando los patrones de obrajes ofrecían sumas de dinero por cada cabeza de “indio guayakí” muerto. El anciano José Kuategi, guardián de la memoria de su pueblo, todavía tiembla cuando recuerda los horrores de los últimos 28 indígenas Aché que salieron del monte, desnudos y atados con sogas, temidos como enemigos peligrosos.
Pero la solidaridad de una familia misionera les ayudó a encontrar un refugio a orillas del río Ñacunday, donde hoy mantienen una comunidad modelo en unas 850 hectáreas de tierra recuperada y asegurada, en donde guardan reservas de bosques para enseñarles a sus hijos como era vivir en el monte, pero a la vez aprenden a manejar la computadora conectada a internet, y a desarrollar 240 hectáreas de agricultura de renta, combinada con rubros de consumo, manejando sus propios tractores y sembradoras mecánicas.
Hay varios interesantes aspectos a ser estudiados en esta rica experiencia que rompe esquemas y teorías. Indígenas que no tienen niños mendigando en las calles, y mantienen con orgullo la esencia de su cultura originaria. ¿Acaso haberse convertido en sojeros incorpora a los Aché al sistema capitalista, cuando el dinero que obtienen con su laboriosidad productiva es re-distribuido comunitariamente, y una gran parte se destina a mejorar los servicios sociales: salud, educación, comedor colectivo...?
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Es así como debe ser.
ResponderEliminarNo debería llamar la atención que este desarrllo sea una realidad.
Nuestros países padecen al político, que es el primer responsable de echarle mano a la equidad.
Enhorabuena!