Tenía 17 años cuando ingresé a la UNA con la intención de aprender periodismo. En realidad, lo que aprendí fue a beber cerveza. Lo mejor que tenía la facu era el bar de enfrente, con las mesas en el patio, donde uno podía escuchar a los Beatles, discutir y arreglar los conflictos del mundo entre copa y copa, ver pasar a las sensuales compañeras y darse el gusto de elegir con quien soñar esa noche.
Nunca pude terminar la carrera universitaria. No porque las materias fueran difíciles, ...simplemente eran insoportables. Aún así pude trabajar en los medios, ganar premios de reportajes y hasta ser invitado a dar charlas en las facultades de comunicación, lo cual no se si habla bien de mi o muy mal del periodismo.
Me hice periodista porque tengo miles de preguntas que me consumen el alma. Porque quiero saber y entender qué pasa, y ayudar a que la gente también sepa y entienda. El mundo sería otro si tuviesemos mejor información para decidir con mayor criterio y conocimiento nuestro propio destino.
No se si el periodismo es el mejor oficio del mundo, como sostiene García Márquez. Se me ocurre que ser médico, o bombero, o payaso, puede ser mucho más digno. No se si necesariamente uno tiene que ser buena persona para ser periodista, o que los cínicos no sirven para este oficio, como cree el maestro Kapuscinsky. Si fuera así, ¿cuántos quedarían?
A pesar de todo, creo que el periodismo es un fin y no un medio. Elegí ser periodista para ser periodista, y no como el camino más corto para enriquecerse, conseguir un cargo público o figurar en una lista de candidatos.
La situación actual del periodismo
El periodismo paraguayo tuvo avances y retrocesos desde la caída del régimen stronista. Ya no tenemos a un dictador que cierra arbitrariamente medios de prensa o manda presos a periodistas por "orden superior", pero en cambio tenemos a un poder político corrupto, vinculado al crimen organizado, con fachada democrática, que intenta evitar las críticas o denuncias que le perjudiquen, ya sea regalando paquetes de publicidad estatal a cambio de silencio o promoción, o ejerciendo presiones y amenazas.
Estas van desde llamadas telefónicas del propio presidente a las redacciones, pasando por el chake de querellas judiciales, hasta el amedrentamiento directo a cargo de sicarios, que pueden llegar al asesinato (casos de Santiago Leguizamón, Salvador Medina, Benito Ramón Jara, Samuel Román, Alberto "Tito" Palma), que nunca son esclarecidos por la Justicia.
Los periodistas de los grandes medios tienen mayor independencia y libertad, pero los de medios pequeños o corresponsales de zonas fronterizas y aisladas son más vulnerables. Hay regiones del Paraguay, como Paraguarí, Alto Paraná o Amambay, en donde se vive bajo el dominio de pequeñas dictaduras feudales, que cercenan toda libertad de expresión.
Crece la "itaiputización" del periodismo. El gobierno actual utiliza los millonarios fondos sin control de las entidades binacionales (Itaipú y Yacyretá), y en menor medida de las instituciones públicas, para premiar a los medios y comunicadores que les son más adictos, y castigar a los que son más críticos.
También las licencias para emisoras de radio y tevé se manejan con clientelismo político. La gran mayoría de las radios del interior están en manos de caudillos y empresarios amigos del gobierno, y se usan para hacer propaganda partidaria, más que para informar a la población.
En estos últimos años se crearon más medios y tienen mejor tecnología, aunque sigue siendo baja la calidad del periodismo paraguayo. Hay más facultades de comunicación, pero el nivel de enseñanza es mediocre, y la mayoría de los que egresan de sus aulas deben volver a empezar de cero en una redacción.
Hay graves carencias de ética y responsabilidad al dar una noticia. Hace falta mayor capacitación y autocrítica.
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