El 26 de abril de 1991, un valeroso periodista fue asesinado en el ardiente mediodía de la tierra de nadie, por denunciar a la mafia fronteriza. A diecisiete años, el crimen sigue en total impunidad, llaga viva en el rostro de la (in)Justicia paraguaya. A Santiago Leguizamón le hubiera encantado compartir esta explosión de esperanzas renacidas tras las elecciones, sentirse también “culpable” de la alegría.
El 26 de abril de 2005, otro periodista del alma y el más grande escritor del Paraguay fallecía en un sanatorio de Asunción, reintegrado a su amada tierra. Al maestro Augusto Roa Bastos también le hubiera encantado estar aquí, celebrando con los hijos de hombres que hicieron rugir el trueno entre las hojas para dar un ansiado fin a la prolongada lucha hasta el alba.
¿Qué tendrá este mes, tan especialmente trágico y magnífico a la vez, tan cargado de significaciones históricas para la Patria, y en particular para el periodismo?
El 26 de abril de 1845 apareció “El Paraguayo Independiente”, primer periódico, fundado y dirigido por Carlos Antonio López. ¡Qué diferencia entre aquel primer presidente, que sentó las bases para el desarrollo del periodismo libre, y el actual mandatario saliente, Nicanor Duarte Frutos, ex periodista, quien atacó y calumnió a sus antiguos colegas, como parte de su guerra sucia electoral, tratándonos de “escribas a sueldo”, “mediocres”, “venales”, “príncipes de la tipografía corrupta”, y nos advirtió que íbamos a terminar tragándonos nuestros propios vómitos luego de las elecciones, por cumplir la función de informar sobre casos de corrupción y abusos de su gobierno!
A veces el mundo da vueltas… y por esas raras casualidades y causalidades que se dan una vez cada 61 años, la historia se ocupa de poner las cosas en su debido lugar.
La ciudadanía ya demostró que puede ser protagonista del cambio. Un sector de la clase política se revela capaz de redimirse y asumir los desafíos de un tiempo nuevo. ¿Y los comunicadores…? También necesitamos mirarnos en el espejo y reconocer defectos que envilecen nuestro oficio, que nos impiden crecer y mejorar, para ofrecer a la sociedad un periodismo más ético, responsable y de mayor calidad.
Es hora de acabar con lo que el colega Augusto Dos Santos denomina “la itaiputización del periodismo”. No es problema que los medios reciban millonarias pautas publicitarias del Gobierno, o de Itaipú y Yacyretá, pero que sean de modo transparente y democrático, con licitaciones o concursos, y los mensajes se difundan como espacios publicitarios explícitos, no como propaganda electoral disfrazada de noticias para estafar al público. Y que el dinero no condicione la postura crítica e independiente de los periodistas.
También es hora de revisar a centenares de emisoras de radio, legales e ilegales, en manos de caudillos políticos -en su mayoría colorados, pero también liberales y de otros partidos- que se usan para campañas partidarias hostiles que dividen a las comunidades, distorsionando el rol de servicio público informativo abierto que debe cumplir un medio de comunicación.
El amigo y colega Luís Bareiro sostiene que desde ahora los periodistas vamos a ser todos colorados, porque el periodismo tiene que hacer oposición. Disiento con él. Nuestra función no es hacer oposición ni oficialismo. Es hacer periodismo.
Si el gobierno de Fernando Lugo realiza positivas acciones, habrá que informarlas, sin miedo a ser considerados “los de la prensa amiga”. Y si surgen indicios de que un ministro o funcionario de Lugo comete algún acto de corrupción, habrá que investigarlo a fondo y publicarlo con todas las letras, sin temor a que nos acusen de ser “la prensa anti-luguista”, conspiradores de un oscuro plan para desalojar del poder al ex obispo presidente.
El periodismo no debe ser el cuarto poder, sino el contrapoder. El fiscal insobornable. El perro guardián de la democracia. Y los vigilantes, a la vez, debemos ser vigilados por la sociedad, a través de observatorios de medios, defensores del lector e instrumentos de auto-regulación, más que por leyes de prensa que solo sirven al poder de turno para establecer arbitrarias censuras.
En momentos de mi vida me tocó ser amigo cercano del actual presidente de la República, Fernando Lugo, como también lo fui, como compañero en Última Hora, de Nicanor Duarte Frutos. Pero esa amistad nunca condicionó ni va a condicionar mi responsabilidad profesional, ni mi compromiso ético. Los lectores y las lectoras lo saben.
Un nuevo Paraguay necesita un nuevo periodismo. Sepamos construirlo.
El 26 de abril de 2005, otro periodista del alma y el más grande escritor del Paraguay fallecía en un sanatorio de Asunción, reintegrado a su amada tierra. Al maestro Augusto Roa Bastos también le hubiera encantado estar aquí, celebrando con los hijos de hombres que hicieron rugir el trueno entre las hojas para dar un ansiado fin a la prolongada lucha hasta el alba.
¿Qué tendrá este mes, tan especialmente trágico y magnífico a la vez, tan cargado de significaciones históricas para la Patria, y en particular para el periodismo?
El 26 de abril de 1845 apareció “El Paraguayo Independiente”, primer periódico, fundado y dirigido por Carlos Antonio López. ¡Qué diferencia entre aquel primer presidente, que sentó las bases para el desarrollo del periodismo libre, y el actual mandatario saliente, Nicanor Duarte Frutos, ex periodista, quien atacó y calumnió a sus antiguos colegas, como parte de su guerra sucia electoral, tratándonos de “escribas a sueldo”, “mediocres”, “venales”, “príncipes de la tipografía corrupta”, y nos advirtió que íbamos a terminar tragándonos nuestros propios vómitos luego de las elecciones, por cumplir la función de informar sobre casos de corrupción y abusos de su gobierno!
A veces el mundo da vueltas… y por esas raras casualidades y causalidades que se dan una vez cada 61 años, la historia se ocupa de poner las cosas en su debido lugar.
La ciudadanía ya demostró que puede ser protagonista del cambio. Un sector de la clase política se revela capaz de redimirse y asumir los desafíos de un tiempo nuevo. ¿Y los comunicadores…? También necesitamos mirarnos en el espejo y reconocer defectos que envilecen nuestro oficio, que nos impiden crecer y mejorar, para ofrecer a la sociedad un periodismo más ético, responsable y de mayor calidad.
Es hora de acabar con lo que el colega Augusto Dos Santos denomina “la itaiputización del periodismo”. No es problema que los medios reciban millonarias pautas publicitarias del Gobierno, o de Itaipú y Yacyretá, pero que sean de modo transparente y democrático, con licitaciones o concursos, y los mensajes se difundan como espacios publicitarios explícitos, no como propaganda electoral disfrazada de noticias para estafar al público. Y que el dinero no condicione la postura crítica e independiente de los periodistas.
También es hora de revisar a centenares de emisoras de radio, legales e ilegales, en manos de caudillos políticos -en su mayoría colorados, pero también liberales y de otros partidos- que se usan para campañas partidarias hostiles que dividen a las comunidades, distorsionando el rol de servicio público informativo abierto que debe cumplir un medio de comunicación.
El amigo y colega Luís Bareiro sostiene que desde ahora los periodistas vamos a ser todos colorados, porque el periodismo tiene que hacer oposición. Disiento con él. Nuestra función no es hacer oposición ni oficialismo. Es hacer periodismo.
Si el gobierno de Fernando Lugo realiza positivas acciones, habrá que informarlas, sin miedo a ser considerados “los de la prensa amiga”. Y si surgen indicios de que un ministro o funcionario de Lugo comete algún acto de corrupción, habrá que investigarlo a fondo y publicarlo con todas las letras, sin temor a que nos acusen de ser “la prensa anti-luguista”, conspiradores de un oscuro plan para desalojar del poder al ex obispo presidente.
El periodismo no debe ser el cuarto poder, sino el contrapoder. El fiscal insobornable. El perro guardián de la democracia. Y los vigilantes, a la vez, debemos ser vigilados por la sociedad, a través de observatorios de medios, defensores del lector e instrumentos de auto-regulación, más que por leyes de prensa que solo sirven al poder de turno para establecer arbitrarias censuras.
En momentos de mi vida me tocó ser amigo cercano del actual presidente de la República, Fernando Lugo, como también lo fui, como compañero en Última Hora, de Nicanor Duarte Frutos. Pero esa amistad nunca condicionó ni va a condicionar mi responsabilidad profesional, ni mi compromiso ético. Los lectores y las lectoras lo saben.
Un nuevo Paraguay necesita un nuevo periodismo. Sepamos construirlo.
"El periodismo no debe ser el cuarto poder, sino el contrapoder". Bien clarito, aunque probablemente Luis quiso decir lo mismo que vos.
ResponderEliminarTodos esperamos mucho tanto del nuevo gobierno, como de los periodistas. Espero que de verdad sean ustedes ladrillos con los que construyamos un nuevo país, y no demoledores que estén solo para hacer notar lo que se hace mal y las noticias que venden.