sábado, 13 de diciembre de 2008

Movilizaciones que paralizan

Desde hace algunos meses, cada vez que llego desde Ciudad del Este a Asunción y trato de acercarme a la Redacción de Última Hora en el microcentro, me quedo atrapado durante largo tiempo en el caos del tráfico embotellado, a causa de alguna manifestación social de protesta.
-¡Ey…! ¿Qué diablos pasa?...
-¡No se puede pasar! ¡Hay una manifestación de sin techos que cierra toda la calle…!
-¡Nde… que macana! ¿Y ahora, cómo cuernos llego a la oficina…?
Gritos. Ruido de motores y bocinas. Largas colas de ómnibus y automóviles trancados. Histeria e indignación colectiva. Consignas y batucadas de fondo. Y calor… siempre mucho calor.
Un día son los pobladores sin techos. Otro día, los campesinos sin tierra. Otro día, los docentes sin aumento. Otro día, los asuncenos ya casi sin cerro. Dentro de poco, los productores sin esperanzas pero con tractores.
Las marchas y manifestaciones sociales se han vuelto un espectáculo permanente en el paisaje urbano de una Asunción colapsada por el exceso de vehículos y multitudes en sus viejas calles estrechas. Prácticamente no pasa un día sin que algún sector social o político decida ejercer su derecho a manifestar sus reclamos ante las autoridades, sin importarle mucho si de paso se viola el derecho de terceros a circular libremente y llegar a tiempo al lugar de trabajo, o a donde sea.
Movilizarse está bien. Es signo de rebeldía y organización social. Es la mejor demostración de que hay una ciudadanía activa y dinámica, que se resiste a la pasividad y el conformismo ante un sistema de injusticia. Pero así como hay cierres de rutas o de calles que abren el camino… también hay movilizaciones que paralizan.
La crónica social y política del Paraguay refleja la identidad de un pueblo moviéndose constantemente en busca de sus mejores utopías. Desde las peregrinaciones guaraníes en busca del yvy marane’y, la tierra sin mal, hasta la conquista electoral del 20 de abril de 2008, hay una rica y larga historia de colectividades en marcha, en busca del país soñado.
Pero cuando se produce un gran exceso de marchas de protesta, en muchos casos con objetivos y reclamos poco claros o escasamente realistas, imponiendo el derecho de unos sobre el derecho de otros, cercenando arbitrariamente las mejores horas laborales y productivas de un gran sector de la ciudadanía, la movilización deja de ser revolucionaria para volverse totalitaria, paralizando y ocasionando graves perjuicios al mismo país que los marchantes y manifestantes dicen representar.

1 comentario:

  1. Por lo que lei,ya parece Buenos Aires,voy muy seguido al Centro y las manifestaciones son cosa de todos los dias,ya ni les presto atencion porque siempre es lo mismo,pero ahi deben ser toda una novedad todavia no?Lo positivo es que ahora pueden salir a la calle a reclamar,aunque cuando vi las imagenes de la represion a los campesinos me asusto bastante...

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