Cada cierto tiempo suelo recibir la visita de algunos colegas periodistas de medios extranjeros, que me piden les ayude a investigar la presencia de terroristas árabes de Al Qaeda en Ciudad del Este, o a registrar cómo los agentes de la CIA norteamericana se están robando el Acuífero Guaraní, o a fotografiar la inmensa base militar que el Comando Sur de los Estados Unidos posee en Mariscal Estigarribia, Chaco.
En vano suelo tratar de explicarles que los únicos árabes extremistas que conocemos en la Triple Frontera son algunos codiciosos dueños de galerías comerciales que piden precios extremos por sus artículos generalmente truchos. Y que solo pudimos ver a agentes de la CIA en las películas copiadas en devedés piratas que los mesiteros de Ciudad del Este venden a 5 mil guaraníes.
Lo de la base norteamericana en el Chaco ya es un tópico que roza géneros del realismo mágico y de la ciencia ficción. He leído reportajes en medios periodísticos como Liberation o Le Monde, que pintan al aeropuerto de Mariscal Estigarribia casi como un espaciopuerto de la Nasa, en donde pueden aterrizar no solo los cazas F16 de la Marina yanqui, sino hasta los Fighter del film La Guerra de las Galaxias.
En una célebre charla en el Hotel Sheraton, el analista e historiador argentino Rosendo Fraga comparó a la base con un “trasatlántico” y llegó a decir que “la pista de Mariscal Estigarribia es una posición adelantada de Estados Unidos, que tiene a Paraguay como una pieza a su favor, en caso de conflicto con Evo Morales”.
En realidad, cualquiera que se dé un paseo por Mariscal Estigarribia comprobará que el hoy estropeado y casi abandonado aeropuerto construido por la dictadura de Stroessner en 1977 es solo parte de la villa militar del Tercer Cuerpo de Ejército, igualmente polvorienta y desolada. Basta con ponerse a medir la longitud de la pista de aterrizaje (3.500 metros) para comprobar que es solo 100 metros más largo que la del aeropuerto Guaraní de Ciudad del Este (3.400 metros), o 147 metros más que la del Silvio Pettirossi de Asunción (3.353 metros).
En vano suelo tratar de explicarles que los únicos árabes extremistas que conocemos en la Triple Frontera son algunos codiciosos dueños de galerías comerciales que piden precios extremos por sus artículos generalmente truchos. Y que solo pudimos ver a agentes de la CIA en las películas copiadas en devedés piratas que los mesiteros de Ciudad del Este venden a 5 mil guaraníes.
Lo de la base norteamericana en el Chaco ya es un tópico que roza géneros del realismo mágico y de la ciencia ficción. He leído reportajes en medios periodísticos como Liberation o Le Monde, que pintan al aeropuerto de Mariscal Estigarribia casi como un espaciopuerto de la Nasa, en donde pueden aterrizar no solo los cazas F16 de la Marina yanqui, sino hasta los Fighter del film La Guerra de las Galaxias.
En una célebre charla en el Hotel Sheraton, el analista e historiador argentino Rosendo Fraga comparó a la base con un “trasatlántico” y llegó a decir que “la pista de Mariscal Estigarribia es una posición adelantada de Estados Unidos, que tiene a Paraguay como una pieza a su favor, en caso de conflicto con Evo Morales”.
En realidad, cualquiera que se dé un paseo por Mariscal Estigarribia comprobará que el hoy estropeado y casi abandonado aeropuerto construido por la dictadura de Stroessner en 1977 es solo parte de la villa militar del Tercer Cuerpo de Ejército, igualmente polvorienta y desolada. Basta con ponerse a medir la longitud de la pista de aterrizaje (3.500 metros) para comprobar que es solo 100 metros más largo que la del aeropuerto Guaraní de Ciudad del Este (3.400 metros), o 147 metros más que la del Silvio Pettirossi de Asunción (3.353 metros).
Y como le dijo un poblador chaqueño a un enviado del diario Clarín: “los únicos norteamericanos que a veces vemos por aquí, son unos turistas perdidos que llegan desde Bolivia para ver a los indios”.
Aun así, a cada cierto tiempo me divierte repasar los mitos periodísticos que tanto atraen a los corresponsales extranjeros al Paraguay.
Lo preocupante es cuando se establece políticas de Gobierno en base a esos mitos.
Aun así, a cada cierto tiempo me divierte repasar los mitos periodísticos que tanto atraen a los corresponsales extranjeros al Paraguay.
Lo preocupante es cuando se establece políticas de Gobierno en base a esos mitos.
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