viernes, 4 de septiembre de 2009

Sin tetas no hay paraíso


Las fotos de cómo era en vida la muestran bella y atractiva, con una figura esbelta y bien cuidada, pero al parecer todo eso no le resultaba suficiente. Ella quería ser todavía mucho más linda, y se sometió a una cirugía de lipo-aspiración e implantes de silicona en los senos, en un sanatorio privado de Ciudad del Este, sin imaginar que algo podía salir terriblemente mal, y que ese coqueteo con la vanidad acabaría en su trágica muerte.
Sonia Marisa tenía 29 años de edad, dos hermosas hijas aún menores que se han quedado para siempre sin la magia de los besos de mamá, un laborioso marido hoy viudo y desconsolado, una promisoria carrera en el Ministerio Público (asistente fiscal en Iruña). Cursaba el sexto año de Derecho en la Universidad Nacional del Este y sus compañeros la recuerdan como una mujer dinámica y vital.
Cuesta entender qué bichito le picó para desafiar al destino en ese riesgoso lance por quitarse de encima unos pocos gramos que se supone le sobraban, por resaltar aun más los bellos atributos que la naturaleza le había regalado. Sus colegas hablan de una especie de insana competencia desatada entre las compañeras de facultad por ver quien realizaba más visitas al quirófano y mostrar el cuerpo más escultural, y Sonia no pudo sustraerse a la presión de su entorno social.
Mundo de valores trastocados, donde unos pechos voluminosos o una cola bien redonda son más estimados que la inteligencia, el talento o la honestidad. En 2005, el periodista y guionista colombiano Gustavo Bolívar publicó Sin tetas no hay paraíso, una polémica y reveladora novela-reportaje, en el que narra la desesperada obsesión de las jóvenes mujeres por agrandarse artificialmente los senos y alcanzar el cuerpo perfecto a través de la cirugía estética, como única manera de abrirse paso en una sociedad arribista y corrupta. La obra fue convertida luego en miniserie televisiva por la cadena Caracol, con tanto éxito que mereció versiones propias en Estados Unidos, Brasil, España, Italia y hasta Rusia.
El caso de Sonia Marisa, además de haber conmocionado a la sociedad altoparanaense, ha permitido abrir una investigación fiscal y judicial por homicidio culposo y mala praxis médica, asomando a la otra cara del mundo fashion tan exaltado por algunos espacios de medios de comunicación: el del oscuro mercado comercial de la cirugía estética, que lucra con el culto al cuerpo perfecto, repartiendo cortes de bisturí e implantes de silicona a diestra y siniestra, olvidando que la verdadera belleza humana está más allá de las medidas 90-60-90.

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