jueves, 19 de noviembre de 2009

Mentiras verdaderas


¿Hubo o no un avión que sobrevoló y fumigó con productos agrotóxicos a las comunidades indígenas Ava Guaraní de Itakyry, Alto Paraná, el viernes 6 de noviembre?
Si dejáramos de lado los prejuicios ideológicos y las manipulaciones interesadas de los hechos, no sería muy difícil precisar lo que realmente sucedió, y descubrir que así como hay verdades falsas, también hay mentiras verdaderas.
Ese día se iba a intentar nuevamente desalojar a las 150 familias indígenas, con una orden judicial a favor de los colonos brasileños que desde hace tiempo reclama la propiedad de unas 2.800 hectáreas en conflicto, ya que desde el Instituto Nacional del Indígena (INDI) también se exhiben títulos sobre las mismas tierras, a nombre de los nativos.
Había decenas de productores movilizados para presionar que se cumpla el desalojo. Había un cerco de indígenas armados con primitivos arcos y flechas, dispuestos a resistir. Había policías y fiscales dubitativos para entrar en acción. Había periodistas a la espera de registrar la noticia. Un capítulo más en la repetida historia de tierras vendidas dos o más veces, de órdenes judiciales de desalojo que desde un lado se obtiene con generosas sumas de dinero, y del otro se vuelve a parar con una simple orden política de algún funcionario influyente.
Como a las 10 de la mañana, todos se sorprendieron al percibir que una avioneta Cessna 210, matrícula ZPBAQ, empezó a realizar vuelos rasantes sobre el sitio, con evidente propósito intimidatorio. Reporteros del Canal 11 TV Cable Paraná filmaron el sobrevuelo, y fotógrafos de varios diarios lo registraron.
Ninguno vio fumigación aérea. Por el contrario, las pruebas fílmicas y fotográficas muestran que la aeronave, perteneciente al colono Elio Kunner, no estaba equipada con sistema pulverizador. Aún así, con la dosis de drama y realismo mágico que caracteriza al mundo indígena, al poco rato los líderes relataban telefónicamente a emisoras de la capital que estaban siendo víctimas de nubes tóxicas caídas del cielo.
Como pocas veces, las autoridades del Gobierno respondieron con vertiginosa rapidez. En pocas horas, un mini-batallón de ministros desembarcó en el lugar. Aparentemente conmovida por el cuadro de miseria que encontró, la ministra de Salud, Esperanza Martínez, hizo suya la historia del avión fumigador fantasma. El ministro del Ambiente, Oscar Rivas, la secundó luego con un comunicado oficial.
Quizás hubo oportunismo político y mucha irresponsabilidad gubernativa al replicar una denuncia fabuladora y recursiva de los líderes nativos, sin comprobarla debidamente. Pero la mentira del avión fumigador no oculta la dura realidad que pretenden negar los productores sojeros: las sistemáticas violaciones a la Legislación ambiental, el acoso constante y encarnizado contra un pueblo originario y sobreviviente, que lucha desde el olvido por defender lo poco que les queda de sus tierras de selvas devastadas, convertidas en mar de oleaginosas transgénicas.
El veneno tóxico no habrá caído del cielo, pero no significa que no esté allí, cumpliendo su rol criminal, al igual que la miseria, la marginación y el olvido

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