“Son las paredes de un barrio, es su esperanza morena. Lo que lleva en el alma todo aquel cuando se aleja. Son los mártires que gritan: bandera, bandera... No memorices lecciones de dictaduras o encierros. La Patria es un sentimiento, como mirada de viejo. Sol de eterna primavera, risa de hermanita nueva. ¡Patria son tantas cosas bellas!”.
(Rubén Blades, “Patria”).
Hay un país que nos espera al otro lado de la niebla. Un país que todavía no conocemos y sin embargo extrañamos, cuya belleza no se puede pintar sobre el papel, porque su geografía pertenece al intangible territorio de los sueños.
Un país hecho con la madera de nuestras mejores utopías, e iluminado con el sol de nuestros recuerdos más felices. Incluso con los recuerdos de las cosas que todavía no sucedieron, como aquella Independencia que nació en una furtiva madrugada de mayo de 1811, pero todavía está en camino.
La Patria vive en ese viejo y querido trapo de colores que flamea libre contra el cielo, y algunos llaman bandera. Pero también en la mirada de ese niño de pies descalzos que espera junto a un camino polvoriento. Como hace casi doscientos años de soledad, simplemente espera…
La Patria vive en el canto de los chicos y las chicas de blanco, formando fila en el patio de la escuela o el colegio, mientras sus voces se quiebran en desafinadas estrofas: “Ni opresores ni siervos alientan, donde reinan unión e igualdad…”. Pero también en el eco de las risas, en los juegos de rebeldía que desafían los límites del sistema autoritario y dan rienda suelta a la imaginación creativa.
Patria de mi alegría y de mi duelo. Trueno entre las hojas, puñado de tierra, isla sin mar. Territorio del dolor y la esperanza, donde el aire todavía hiere los ojos de tanta belleza y transparencia. Nación de historia inconmensurable escrita todo el tiempo sobre la arena. Arpa desgranando trinos de campanas en medio de la selva. Guarania que brota desde abajo del suelo y se alza libre como una paloma. Desgarrada bandera rescatada por las manos de una mujer en medio de un campo de batalla. Una pluma que se hunde hasta el mango en el papel y escribe con sangre una historia nueva.
Patria. La palabra rohayhu pintada en los muros de una plaza. Ausencias que duelen. Guitarra en blancas noches de luna y amistad bohemia. Procesión de espectros en busca de la tierra sin mal. Niños pervertidos, poetas olvidados, políticos mentirosos, mafiosos al acecho, jueces en oferta, burócratas corruptos, mujeres de quebracho. ¡Y esta terca esperanza que no se rinde!
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