Meses atrás se cayó el techo del Palacio de Justicia de Ciudad del Este. Este martes 19 ocurrió lo mismo con el histórico local del Correo Paraguayo, en Asunción. Ayer viernes 22, el edificio del Congreso Nacional literalmente hizo agua: la lluvia se coló por los agujeros del techo, invadiendo la lujosa Sala VIP de Sesiones de la Cámara de Diputados, y mojó costosos equipos informáticos y carpetas de documentos de los parlamentarios.
No faltarán quienes intenten explicar que estos “accidentes” se deben a simples fallas técnicas, sea por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento en el caso del Correo, o por deficiencias estructurales como consecuencia de la corrupción, al utilizar materiales de baja calidad en la construcción de los otros locales.
Sin embargo, quienes nos consideramos seguidores de Cortázar y García Márquez, proclives a leer los signos de los tiempos y a encontrar vida en la materia inerte, no podemos dejar de interpretar que detrás de estos sucesos se ocultan mensajes bien determinados. Es la venganza de los edificios.
Quienes conocen el gran mercado judicial del Este, inapropiadamente llamado Palacio de Justicia, no deben extrañarse de que el techo se desplome de vergüenza o de cansancio ante la alevosa compra-venta de resoluciones y sentencias de jueces, o de votos adelantados de ministros de la Corte. Hay quienes aseguran haber visto más de una vez a la estatua de la diosa Astrea bajar de su pedestal, sacarse la venda, tirar la balanza y echar a correr despavorida por las calles.
Lo del Correo, tampoco sorprende. Tantos años de cartas violadas y encomiendas saqueadas, robadas, perdidas. Tanto prebendarismo, burocracia e ineficiencia acumulados. Es como para sacudirse y querer sepultar todo lo viejo. Dejar que surja algo nuevo.
En donde menos existen dudas es en lo ocurrido en el Congreso. A pocas horas de que la mayoría de los diputados aprobaran, por 47 votos a favor y 15 en contra, una estirada declaración que enarbola como amenaza la posibilidad del recurrente y rayado juicio político, hay que dar gracias de que solo se haya producido un fuerte chubasco interior, y no un diluvio bíblico.
Ok, podrán decir que todo esto es solo un fantasioso delirio para llenar esta columna de fin de semana. Todo lo que quieran. Pero yo, por las dudas, en estos días evito pasar por cerca de estos escenarios de tantos excesos oficiales y políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario