Una batalla campal internacional se inició el pasado lunes 25 de octubre, cerca de las 9 de la mañana, en la frontera entre Paraguay y Brasil, a un kilómetro aguas abajo del Puente de la Amistad, cuando agentes de la Policía Federal brasileña empezaron a disparar desde la costa contra una embarcación que cruzaba mercaderías por el río Paraná, desde un puerto clandestino del barrio San Miguel de Ciudad del Este, en el sector ribereño popularmente conocido como Kuwait.
Ante la lluvia de disparos, la lancha de los contrabandistas retornó a la costa paraguaya, donde los tripulantes respondieron al fuego con armas automáticas, generándose un infernal tiroteo de costa a costa, de país a país, durante cerca de tres horas.
Desde el centro se escuchaba el eco sordo de los balazos, pero ni la Policía, ni las autoridades de la Fiscalía o del Poder Judicial, acudieron en el momento a verificar lo que estaba sucedieron. Un grupo de periodistas llegó hasta cierta distancia y pudo registrar escenas de mujeres y niños huyendo despavoridos, y alumnos de una escuela que rezaban con el miedo en sus rostros.
Cuando todo terminó, hubo varios relatos anónimos sobre lo sucedido, pero nadie quiso asumir una denuncia oficial y menos dar entrevistas. Se supo que dos de los tripulantes de la lancha resultaron heridos por los balazos, y recién al día siguiente la Policía obtuvo sus identidades: Padero Alderete Gaona y Roberto Ruda, brasileños que residían ilegalmente en el lugar, sin documentos de identidad. Para entonces, ambos ya habían desaparecido.
Las paredes de las humildes casas ribereñas exhiben sus mordeduras de balas, tanto por lo sucedido ese lunes, como de otros incidentes anteriores. Los moradores han aprendido a convivir con la existencia de los puertos clandestinos, que operan principalmente en la oscuridad de la noche, pero ahora están preocupados de que ya lo hagan a plena luz del día. Irónicamente llamaron Kuwait a su barrio, pero ahora temen que ese nombre que evoca a un lejano escenario bélico, se les vuelva una realidad cotidiana.
¿Puede la policía brasileña disparar impunemente desde la costa del vecino país hacía un sector marginal densamente poblado en territorio paraguayo, sin que eso signifique un incidente internacional, una violación de la soberanía, por más contrabando que lo justifique? Aquí, hasta ahora, nadie ha reclamado por eso. Los puertos clandestinos mueven mucho dinero y son parte fundamental del engranaje de la economía fronteriza.
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