martes, 16 de noviembre de 2010

Lecciones del 7 de noviembre


El 20 de abril de 2008, cuando el pueblo paraguayo eligió mayoritariamente en las urnas al ex obispo Fernando Lugo como presidente de la República y puso fin a 60 años de gobierno principalmente dictatorial del Partido Colorado, la mayoría de los análisis políticos destacaban que la ciudadanía había adquirido “plena madurez y conciencia cívica”, y que finalmente había aprendido “no solo a votar, sino también a elegir”.
Ahora, la historia parece haber cambiado. El domingo 7 de noviembre, a medida en que se iban conociendo los resultados de las elecciones municipales, en los que el coloradismo se reveló ganador de intendencias y mayoría de concejalías en numerosos municipios, incluyendo a la capital Asunción y a ciudades gran importancia y significación política, las reacciones de muchas personas, en los medios de comunicación y en las redes sociales, eran las siguientes: “El paraguayo sigue siendo un pueblo de cretinos”, “la gente no quiere el cambio, prefiere la corrupción”, “retrocedimos en la historia, no vamos a aprender nunca”, “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”.
Confieso que me cuesta entenderlo. ¿Cómo es posible que el mismo “pueblo maduro y consciente” se transforme tan rápido en “un pueblo de cretinos”, como si pasáramos mágicamente del estado sólido al líquido? ¿No será muy mesiánico esperar que la gente vote necesariamente por las opciones que nosotros creemos mejores, y no por lo que ella -la gente- cree que es mejor?
La pichadura es mala. No deja entender correctamente la realidad. No deja aprender de ella. Hay un mensaje que la mayoría de la ciudadanía expresó en los resultados del 7 de noviembre. Si no lo sabemos leer, que mal.
Será tal vez el desencanto ante expectativas que no fueron satisfechas en estos dos años y más del Gobierno Lugo. Serán las alianzas decididas mal y pronto por una élite política, sin participación real del electorado. Será el discurso supuestamente progresista, que solo plantea enunciados teóricos y mediáticos, sin un trabajo político cercano a la gente.
Si no existe capacidad de generar alternativas que convenzan de verdad, no queda otra que aprender a perder, a convivir y a reconstruir mejores opciones desde la llanura. Es el saludable juego de la democracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario