Una imagen vale más que mil palabras. Es la trillada frase que usamos en el ambiente periodístico para explicar el inmenso poder informativo y documental que puede tener una fotografía.
Hay fotos que ayudan a derribar gobiernos dictatoriales, como la del reportero norteamericano que fotografió su propio asesinato en la Nicaragua de Somoza, y precipitó la victoria del Sandinismo. O fotos que desnudan crímenes horrendos, como la que muestra a personas tratando desesperadamente de romper las puertas cerradas del incendiado Supermercado Ycua Bolaños en el siniestro 1-A paraguayo.
Hay también fotos que provocan asesinatos. Como la que obtuvo el fotoperiodista argentino José Luis Cabezas, revelando cuál era el verdadero rostro del empresario mafioso Alfredo Yabrán en la portada de una revista, atrevimiento que hizo que Cabezas acabara quemado vivo en enero de 1997.
En Paraguay, a veinte años del asesinato del periodista Santiago Leguizamón, una sorprendente revelación sugiere que fue también una foto la que precipitó el crimen. El comunicador Vicente Brunetti asegura que, poco antes de ser asesinado, Leguizamón le mostró una foto en la que aparecen juntos el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, el empresario fronterizo pedrojuanino Fadh Yamil y el entonces presidente Andrés Rodríguez. Era parte de evidencias que estaba recolectando sobre los presuntos nexos del mandatario paraguayo con el narcotráfico internacional. El periodista no pudo publicar los resultados de su investigación. Fue acribillado el 26 de abril de 1991, en la frontera de Pedro Juan Caballero, y la foto nunca fue hallada.
Veinte años después, se reafirman las presunciones de que la Policía y la Justicia paraguayas, en lugar de esclarecer el crimen, se ocupó de ocultar y hacer desaparecer las pruebas.
Veinte años después, los lazos entre narcotráfico y política aparecen más visibles que nunca. Lo afirmaron la viuda y los hijos de Santiago, y lo reafirmaron los colegas Humberto Rubín y Alcibíades González Delvalle, en la noche del miércoles 27 de abril, en un panel debate en la Universidad Católica: uno de los más potenciales candidatos a presidente de la República para el 2013 fue socio comercial de los Yamil, principales sospechosos de ordenar el asesinato de Leguizamón. Y aunque ellos no dieron nombres, el empresario y candidato colorado Horacio Cartes se puso el sayo y negó las acusaciones en declaraciones al periódico digital Paraguay.com.
Veinte años después, la ciudadanía honesta del Paraguay tiene ante sí un tremendo desafío cívico: reivindicar la memoria de un valiente periodista que prefirió la muerte física a la muerte ética, y evitar electoralmente que la mafia llegue a la presidencia de la República.
Bien por este coraje mi querido Anrés, no esperaría nunca menos de tí. Pero cuídate hermano Tú eres muy necesario alli en ese querido Paraguay. Antes la mafia "pagaba las campañas electorales" de sus "brazos ejecutores y protectores" ahora ellos mismo quieren ocupar (y ocupan) ese espacio
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