domingo, 19 de agosto de 2012

Dicen que todo está bien y que aquí no pasó nada



(Publicado por: Andrés Colmán Gutiérrez en UH - Sábado 30 Junio 2012)

Dicen que todo está bien y que aquí no pasó nada. Que, tras la destitución de Fernando Lugo en el cuestionado juicio político exprés, el Paraguay prosigue su vida normal. Pero desde el 22 de junio habitamos un país cuyo nuevo presidente no es reconocido oficialmente por ningún otro país de América y gran parte del mundo. Aunque queramos creer que no nos importa, sí nos afecta.
Dicen que todo está bien y que aquí no pasó nada. Pero el Mercosur nos deja afuera y aunque digan que las sanciones son solo políticas, hasta los menos expertos coinciden en que tendrán efectos económicos. Por de pronto, la Expo ya se quedó sin algunos empresarios internacionales en la Rueda de Negocios, la calificación mundial de créditos del Paraguay pasó a revisión negativa por "inestabilidad", y la inversión extranjera directa está en stand by. Aunque queramos creer que no nos importa, sí nos afecta.
Dicen que todo está bien y que aquí no pasó nada. Que la mayoría de la población está feliz y solo unos pocos "zurditos" todavía patalean frente al local de la TV Pública. Pero en el campo y en la ciudad estallan sucesivos focos de rebeldía y protesta, con ecos amplificados en el mundo. Cada tanto se cierran rutas y puentes internacionales. En algunos casos son grupos pequeños, pero en otros son miles de ciudadanos compatriotas, por más que algunos medios de prensa intenten reducir sus dimensiones. Aunque queramos creer que no nos importa, sí nos afecta.
Un lugar contradictorio, conflictivo, polarizado e inquietante, se nos ha vuelto la patria paraguaya. ¿Cómo defender principios entre tanta pasión encendida? Es difícil criticar el grave retroceso en la institucionalidad democrática sin ser fácilmente etiquetado de "luguista", como resulta igualmente árido señalar la irracionalidad de algunos sectores en protesta, o demandar autocrítica a quienes malgastaron las oportunidades de cambio desde el poder, sin ser maniqueamente acusado de "golpista".
Pero resulta aún más difícil -aunque necesario-, plantear visiones de futuro entre tanto antagonismo derecha-izquierda, o luguismo-golpismo. Sin renunciar a la principista actitud de condena al "golpe parlamentario", plantear soluciones políticas pragmáticas, que ayuden a superar esta dura etapa de inflexión en la vida nacional. Algo se nos rompió en el Paraguay, el 22 de junio.
¿Qué podemos construir, ahora, con estos pedazos?



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