domingo, 19 de agosto de 2012

La política en los tiempos de escrache



Cada presidente acaba encontrando su sombra persecutoria. Wasmosy era acosado por jóvenes que mostraban el dedo medio. Nicanor huía de inquisitorias preguntas de prensa. Lugo temía la aparición de mujeres con niños en brazos. Y Federico Franco, definitivamente, se volvió víctima favorita de los llamados escraches.

Debe ser frustrante, sobre todo para quien llegó al poder tan de golpe y tiene menos de un año para lucirse en la mayor cantidad posible de actos de Gobierno, tener que ejercer con el permanente sobresalto de que en cualquier esquina, en cualquier calle, a cualquier momento y en cualquier lugar, pueda aparecer algún grupo de protestones manifestantes a aguarle la fiesta.
En casi dos meses desde que asumió el cargo, por obra y gracia de un sumarísimo juicio político parlamentario, a Franco ya le han hecho de todo: le cantaron “cumpleaños infeliz” en frente del Palacio, le gritaron “¡golpista!” en numerosos actos oficiales, lo “escracharon” a la salida de misas o durante festivales en la misma explanada de Casa de Gobierno. Ni siquiera le dejan ir al cine en paz, ya que una indignada comunicadora le cubrió de improperios cuando llegó para una función privada de 7 Cajas.
Lo último de esta semana resultó caricaturesco para la prensa internacional, cuando un malón de “escrachadores” lo sorprendió a la salida de un acto en el Panteón de los Héroes, obligándolo a refugiarse en el folklórico Lido Bar. Resignadamente estoico, el presidente se limita a saludar y a levantar el pulgar ante cada escrache, esbozando una forzada sonrisa, como si estuviera de acuerdo. ¿Será?
Importada del lunfardo rioplatense, la palabra escrache tiene raíces europeas: deriva del genovés "scraccé", que alude a fotografía, retrato de rostro. La agrupación HIJOS, de descendientes de desaparecidos durante la dictadura argentina, la convirtió en expresión política en los ‘90. Al Paraguay, como casi todo, llega con retraso pero con expresión propia.
Federico Franco tiene al menos el consuelo de no ser la única víctima. Senadores y diputados siguen figurando en el top ten de los “escrachables”, además de varios políticos, empresarios y comunicadores identificados con la movida que destituyó a Lugo.
Hasta ahora, los “escrachadores” han demostrado mucha creatividad, como la genial ocasión en que se disfrazaron de estacioneros religiosos para burlar una barrera policial frente al Congreso. Pero uno también quisiera que tanta energía no se agote solamente en protestar con legítimo derecho, sino que se pueda emplear además en construir propuestas que permitan avanzar, más allá de tanta confrontación y polarización política.

1 comentario:

  1. Me fascina leerte Andrés Colmán Gutiérrez.... Son los tiempos que corren, antes era impensado escrachar a Ströessner... O a alguien de su entorno, significaría la cárcel o la muerte... El descontento no a mermado como desde ese tiempo, pero al menos podemos gritar nuestro disgusto o fastidio...

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