Más de uno o una tiene huellas de balazos o cuchilladas en el cuerpo. Colecciones de atentados y amenazas de muerte. Y, por sobre todo, profundas cicatrices en el alma, tras tantos viajes a los infiernos de la corrupción y la miseria.
“Muchos políticos y mafiosos de nuestros países estarán sin dormir, tan solo de saber que están todos juntos aquí, reunidos”, bromeaba Mirko Lauer, presidente del Instituto Prensa y Sociedad, que nos convocó a más de 50 comunicadores a la primera Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación en Lima, Perú.
Allí estaba el brasileño Eduardo Faustini, gurú de la cámara oculta de la Rede Globo, quien nunca permite que se le tome una foto, para que los corruptos y criminales a quienes caza no lo identifiquen. Estaba la indoblegable Giovanna Segnini, del diario La Nación de Costa Rica, quien reveló cómo la Iglesia Católica de su país operaba una red financiera ilegal (Primer Premio 2009 a la mejor Investigación Periodística), o cómo el gobierno del Nobel de la Paz Oscar Arias apoyó diplomáticamente a China, a cambio de la venta de bonos de la deuda pública por 300 millones de dólares.
Estaba Marina Walker, del International Consortium of Investigative Journalism, quien dirigió una mega investigación de 22 periodistas (entre ellos la compatriota Mabel Renhfeldt) en 14 países, demostrando cómo la mafia internacional usa a naciones como el Paraguay para producir y contrabandear cigarrillos, cuya recaudación financia operaciones de grupos violentos como las FARC colombianas o la taliban Al Qaeda.
Estaban el colombiano Gerardo Reyes, que ganó el Pulitzer con sus reportajes sobre lavado de dinero; el peruano Gustavo Gorriti, quien precipitó la caída de Fujimori y Montesinos al destapar sus negociados; y el argentino Daniel Santoro, que metió preso a Menem por el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, quien participó on line gracias a la magia de internet.
Estaba una nueva generación de jóvenes recién llegados a la logia de los investigadores, los que suman el uso de redes de internet y hojas de cálculos Excel a la lupa de los viejos sabuesos, donde el periodismo paraguayo resuena cada vez más fuerte: el colega Luis Bareiro, de Última Hora, ganó una mención por su serie sobre el financiamiento de la campaña colorada con fondos públicos.
Más de 200 reportajes presentados al Premio Ipys-Transparencia (“nunca vimos tanta calidad y cantidad”, confesó un miembro del jurado). Mientras los colegas de Estados Unidos se quejan de la crisis, en Latinoamérica se vive un tiempo de explosión y crecimiento investigativo. En palabras de Mirko Lauer: una linda noticia para no dejar dormir a los corruptos.
“Muchos políticos y mafiosos de nuestros países estarán sin dormir, tan solo de saber que están todos juntos aquí, reunidos”, bromeaba Mirko Lauer, presidente del Instituto Prensa y Sociedad, que nos convocó a más de 50 comunicadores a la primera Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación en Lima, Perú.
Allí estaba el brasileño Eduardo Faustini, gurú de la cámara oculta de la Rede Globo, quien nunca permite que se le tome una foto, para que los corruptos y criminales a quienes caza no lo identifiquen. Estaba la indoblegable Giovanna Segnini, del diario La Nación de Costa Rica, quien reveló cómo la Iglesia Católica de su país operaba una red financiera ilegal (Primer Premio 2009 a la mejor Investigación Periodística), o cómo el gobierno del Nobel de la Paz Oscar Arias apoyó diplomáticamente a China, a cambio de la venta de bonos de la deuda pública por 300 millones de dólares.
Estaba Marina Walker, del International Consortium of Investigative Journalism, quien dirigió una mega investigación de 22 periodistas (entre ellos la compatriota Mabel Renhfeldt) en 14 países, demostrando cómo la mafia internacional usa a naciones como el Paraguay para producir y contrabandear cigarrillos, cuya recaudación financia operaciones de grupos violentos como las FARC colombianas o la taliban Al Qaeda.
Estaban el colombiano Gerardo Reyes, que ganó el Pulitzer con sus reportajes sobre lavado de dinero; el peruano Gustavo Gorriti, quien precipitó la caída de Fujimori y Montesinos al destapar sus negociados; y el argentino Daniel Santoro, que metió preso a Menem por el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, quien participó on line gracias a la magia de internet.
Estaba una nueva generación de jóvenes recién llegados a la logia de los investigadores, los que suman el uso de redes de internet y hojas de cálculos Excel a la lupa de los viejos sabuesos, donde el periodismo paraguayo resuena cada vez más fuerte: el colega Luis Bareiro, de Última Hora, ganó una mención por su serie sobre el financiamiento de la campaña colorada con fondos públicos.
Más de 200 reportajes presentados al Premio Ipys-Transparencia (“nunca vimos tanta calidad y cantidad”, confesó un miembro del jurado). Mientras los colegas de Estados Unidos se quejan de la crisis, en Latinoamérica se vive un tiempo de explosión y crecimiento investigativo. En palabras de Mirko Lauer: una linda noticia para no dejar dormir a los corruptos.
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