sábado, 19 de junio de 2010
Karai Félix
Era habitual cruzarse con él en la calle, en un micro cargado de pasajeros, o descubrir su presencia solidaria en un acto político o cultural, sin que muchos supieran que ese abuelito de barba entrecana y andar humilde es uno de los más grandes poetas en lengua guaraní.
Aprendí a admirarlo en la Escuela de Locución, donde compartimos el ejercicio de la docencia durante muchos años. Yo llegaba a dar clases y el estaba allí, compartiendo sus historias mágicas, sin advertir que había sonado el timbre, como si habitara otro tiempo y lugar. Sin atreverme a interrumpirlo, me colaba en el aula y me dejaba envolver por esa voz dulce y profunda que nos traía aromas de naturaleza agreste, tierra roja mojada por mil lluvias, acordes de guitarras y sonidos de machetes rebeldes.
Supe de su infancia sufrida en las soledades campesinas de Paraguarí, donde nació en 1924 como Félix Giménez Gómez, hasta que adoptó para siempre el artístico nombre de Félix de Guarania. Supe de su secuestro en Medicina por la dictadura de Morínigo, de su primera obra de teatro censurada y prohibida, de las muchas persecuciones y encierros, hasta que en 1960 la dictadura de Stroessner lo expulsó del país.
Fueron 26 largos años de exilio, en que sobrevivió dando clases de guaraní en universidades de Moscú, mientras sus poemas iban naciendo con el dolor y el amor por la Patria lejana, hasta que el amanecer de la democracia le permitió regresar con sus hijos.
Escribió cerca de una docena de libros, incluyendo una versión al guaraní del Quijote de Cervantes. En lo personal, me conmueven las adaptaciones al guaraní de clásicas canciones de Chico Buarque, Silvio Rodríguez, Violeta Parra, Chabuca Granda, John Lennon, Joan Manuel Serrat, entre otros, para los dos discos El canto de los Karai de Ricardo Flecha. Los versos del Imagine de Lennon, transportados del inglés al guaraní, hablan de la sublime universalidad tan joven del viejo Karai Félix.
A sus 85 años de edad, Félix de Guarania está muy enfermo y requiere la solidaridad de sus compatriotas. Perdió la vista y la movilidad, y sus familiares casi ya no disponen de recursos para costear su tratamiento. Este prócer de la cultura, incansable militante de la vida, unos de los pocos raros ejemplos de coherencia y dignidad que tenemos los paraguayos, sufre la misma triste situación de abandono y pobreza en que terminaron sus días tantos artistas y creadores. Aunque recibió medallas y condecoraciones, y percibe una casi simbólica pensión graciable del Congreso, su caso demuestra lo tremendamente injustos y poco solidarios que seguimos siendo con quienes nos engrandecen con su arte y sabiduría.
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Que gran pena que nos haya dejado este gran maestro, no tuve la suerte de conocerlo personalmente, pero siempre ha sido una persona que me inspiró honradez y dignidad. Es una gran pérdida para la cultura paraguaya, quien sabe surja alguien como él. Que en paz descanse.
ResponderEliminarQue gran pena que nos haya dejado este gran maestro, no tuve la suerte de conocerlo personalmente, pero siempre ha sido una persona que me inspiró honradez y dignidad. Es una gran pérdida para la cultura paraguaya, quien sabe surja alguien como él. Que en paz descanse.
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