viernes, 2 de julio de 2010

El paraíso con la punta de los dedos


Si, ya sé… Es solo fútbol. Es solo una pelota pateada por once tipos contra otros once tipos en un estadio, mientras el mundo entero está en las graderías, mirando. Es solo eso… pero es más. ¡Mucho más…!
Trataba de explicarle a un amigo extranjero, que me preguntó con asombro por qué los paraguayos estamos tan pasados de revoluciones, tan eufóricos y combativos, como si el destino mismo de la Patria dependiera de un partido de fútbol.
Intentaba hacerle entender que en esta isla rodeada de tierra, que ha padecido no solamente cien sino todos los años de soledad, en donde ya creíamos que el infortunio se había enamorado de nosotros, darnos cuenta de que estamos entre los ocho mejores equipos de fútbol del mundo, disputando la final de Sudáfrica 2010, no solo tiene un sabor a gloria, sino es además una reivindicación histórica, una sensación sublime de acariciar el paraíso con la punta de los dedos.
Le decía que nunca antes, en todo el largo calvario de dictaduras y democracias enmascaradas, he visto tanta alegría en el rostro de la gente como lo vi en las calles, tras la victoria ante Japón. Y hasta quienes no somos hinchas fanáticos, y a veces hasta cometemos la tontería de afirmar que es el fútbol un deporte masificador y alienante que desvía la atención de las cosas importantes, nos encontramos sorprendidos de nosotros mismos, vestidos con la casaca albirroja, comiéndonos las uñas ante el televisor.
Le decía que ojalá aprendiéramos todos de este momento único. Que es lindo sentirse tan solidariamente abrazados por encima de nuestras diferencias, y que si pudiéramos encauzar estos positivos valores que nos da el futbol hacia otros ámbitos como la política, la economía o las relaciones sociales, allí si no nos iba a parar nadie.
Le dije finalmente lo que les digo a todos los no paraguayos: Déjennos gozar libremente de esta alegría. Déjennos sentirnos tan unidos en medio de nuestras históricas rencillas cotidianas. Déjennos vibrar con la satisfacción que nos dan los chicos de Martino (y que hasta ahora nuestros políticos, ni nuestros dirigentes sociales, no han sabido darnos). Déjennos el placer de intentar llegar hasta donde podamos, con esa garra, con esa pasión, con ese ser paraguayos que quizás muy pocos entienden, pero que a veces da increíbles y gratas sorpresas.
Y ya no digo más, porque está por empezar el partido contra España. Entran once jugadores a la cancha, pero seis millones y medio de corazones entramos con ellos.
¿Se escucha, Sudáfrica…? ¿Se oye, Planeta Tierra…?
Ronco grito guaraní que retumba por encima de las vuvuzuelas: ¡Vamos Paraguay! ¡Vamos Albirroja! ¡Vamos, vamos a ganar…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario