viernes, 9 de noviembre de 2007

Réquiem para una paraguaya sudaca


Que irónico, mamá. Dijiste que te ibas tan solo por dos años a España, que hacías el gran sacrificio de alejarte de tus hijos y de tus hijas, de trabajar cuidando niños ajenos en tierras tan lejanas y extranjeras para que los tuyos puedan tener un futuro digno en su propio país. Dijiste que te ibas en busca de la vida… ¡y te encontraste con la muerte!
Que trágico y doloroso, mamá. Extrañarte tanto en todos estos meses en que no estabas, esperar cada minuto con angustia para escuchar tu voz lejana y dulce en el teléfono desde el otro lado del mar, abrazar el frío monitor de la computadora cada vez que llegaba un e-mail tuyo como si así te abrazaran a vos y se hiciera menos sentida tu ausencia, soñar cada noche con tu sonrisa iluminando de vuelta los pasillos del aeropuerto… para despertar una mañana y enterarse de que tu ancha sonrisa ya no volverá a descender nunca más de ningún avión, que tu voz no ya volverá a sonar en ningún auricular de ningún teléfono, que tu último e-mail se quedó grabado para siempre en la memoria cibernética de una computadora como una espina lacerante en el corazón.
Cuántas preguntas sin respuestas, mamá. ¿Por qué tenías que irte dejándonos tan huerfanos? ¿Por qué se tienen que ir tantas mamás y tantos papás, aunque les duela tanto y nos duela tanto a todos? ¿Por qué se ha abierto esta brecha tan grande en el corazón de la patria, que nos separa y nos divide, empujando a tantos paraguayos y paraguayas a hipotecarlo todo para poder comprar el pasaje, someterse a un largo vía crucis para obtener el pasaporte, las colas, la humillación, las coimas, los sellos, la visa para un sueño? ¿Qué es lo que pasa con este país, que hace a sus hijos “a su imagen y semejanza, para de sí arrojarlos”, como bien señalaba el querido Augusto Roa Bastos?
Duele, mamá. Duele escuchar que los políticos en campaña electoral no tienen ninguna propuesta seria para enfrentar el drama del éxodo que desangra al Paraguay. O que algunos candidatos o candidatas se burlen del sufrimiento popular, al decir que los paraguayos y las paraguayas ya solo se irán a España de vacaciones. ¡Quien pudiera! Pero todos nosotros bien sabemos que tu sacrificada partida no fue ninguna vacación, que tuviste que dejar atrás partes desgarradas de vos misma, pedazos de tu corazón herido, tus padres, tus hijos, tus afectos, tus nostalgias del valle, la oportunidad arrebatada de una vida digna en tu propia patria, para obligarte definitivamente a ser otro en un mundo ancho y ajeno.
Dicen que ya son 17 los paraguayos y paraguayas que, como vos mamá, se han muerto en España. Si cada vida migrante es ya un drama social, cada muerte se vuelve casi una tragedia griega. Repatriar los restos mortales cuesta mucho dinero y cada día que se mantiene el cuerpo en una morgue española se contabiliza en miles de euros. ¿Cómo pueden pagarlo los familiares, si justamente quienes se van lo hacen por la falta de recursos? No queda más que recurrir nuevamente a la solidaridad ciudadana para pagar los altos costos, ya que el Estado paraguayo no se hace responsable (¿será que últimamente el Estado paraguayo es responsable de algo que no sea la corrupción, la prepotencia oficialista, la injusticia, la pobreza, el éxodo sin fin?).
Que irónico, mamá. Vos que siempre fuiste tan humilde y tan anónima en vida, te has convertido en noticia con tu muerte. Que triste y qué indignante vernos en el velorio de tu cuerpo ausente, con una vela encendida ante la foto de tu sonrisa, transformada en la tapa de los diarios y en la imagen central en los noticieros de televisión.
Si al menos todo esto sirviera para ayudarnos a ver y entender mejor lo que está pasando, y nos llevara a comprometernos a trabajar por cambiar las cosas para construir un Paraguay distinto, en donde irse del país sea una opción libre para cada ciudadano y ciudadana, y no el desesperado y único camino que nos queda, entonces quizás tu sonrisa borrada y tu muerte tan lejana no sería tan en vano, querida mamá. Y del hueco doloroso de tu ausencia irradiaría una nueva luz de amor y de esperanzas.

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