jueves, 5 de junio de 2008

La sonrisa de una N.N.

Ella sonríe feliz en los brazos de la asistente social, disfrutando del calor humano en el presente, pero ignorando su trágico pasado y su todavía incierto futuro.
Ella tiene apenas un mes de vida y todavía no ha recibido un nombre con el cual ser llamada, no ha sido anotada en el Registro Civil, no posee ningún documento que certifique su identidad, no hay certeza acerca de quien es su mamá y menos quién es su papá. Ha sido anotada con las genéricas siglas N.N. en el libro de entrada del Hogar “Abrigos del Este”, y así se la llama oficialmente, aunque las encargadas prefieren decirle “mi bebé”, “mi amor”, “mi princesita”.
Desde el miércoles 28, cuando apareció sorpresivamente en brazos de una mujer, en el despacho del juez Manuel Trinidad, ella se ha convertido en una celebridad. Su fotografía está en la primera plana de los diarios. Su carita sonriente y tierna aparece a cada instante en los noticieros de la televisión… y hay incómodas preguntas detrás de su historia.
Preguntas que llevan al complejo submundo de Ciudad del Este, hasta una clínica clandestina que funcionaba en el barrio Don Bosco, en donde la menor L.L.V., de 17 años, dio a luz a un bebé el 26 de abril. Recién el 23 de mayo, casi un mes después, la joven se animó a acercarse a la fiscala de la Niñez y la Adolescencia, Carmen Chávez, para denunciar que en esa oportunidad se le robó su criatura.
La denuncia es densa y revela como sigue operando la vieja y siniestra red del bebetráfico en Paraguay. La madre afirma que quienes la sometieron a una cesárea para extraerle su bebé en aquel oscuro tugurio fueron el propio director regional del Instituto de Previsión Social en Alto Paraná, doctor José Luis Flecha, y dos funcionarias, las obstetras Mirian y Nilsa Cañete.
L.L.V. ni siquiera pudo ver a su bebé, ni enterarse de qué sexo era, porque la ocultaron de su presencia con la excusa de que estaba muy enfermo del corazón y tuvieron que llevarlo a Asunción.
Cuando la denuncia estalló, el director de IPS y las dos enfermeras pidieron vacaciones y se borraron del mapa. Están imputados, con órdenes de detención y prófugos de la Justicia, pero la investigación está paralizada, porque el abogado que los defiende recusó a la fiscala Chávez y el fiscal general adjunto Eber Ovelar, quien debía resolver la recusación, guardó el expediente y viajó a Buenos Aires. Cuando las papas queman en la Justicia de Alto Paraná, siempre es conveniente viajar o salir de vacaciones.
Así está el caso. Sin ningún fiscal a cargo, con otro juez que recibe a la mujer que supuestamente trae a devolver la criatura y la deja ir sin problemas, una beba que no se sabe si es la misma que fue robada hasta que se haga la prueba de ADN, una madre internada con tratamiento sicológico, y un infame tráfico de inocencia que nadie parece con muchas ganas de investigar.
Mientras, la pequeña N.N. sonríe en brazos de la asistente social y deja flotando la pregunta de si esta in-Justicia mudará alguna vez.

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