sábado, 2 de mayo de 2009

La Justicia en los tiempos de la gripe porcina

Le decían Chanchito, porque era gordo y sus modales recordaban a los del animal. Es un detalle de humor negro que ahora vuelva al Paraguay, tras 20 años de permanecer prófugo de la Justicia en Honduras, cubierto con un tapabocas ante la amenaza de la gripe porcina.
Las fotos de prensa y los informes televisivos lo muestran como un abuelito enfermo y cansado, postrado en silla de ruedas, sucumbiendo a la nostalgia de pasar sus últimos días en su Patria natal, aunque sea en la domiciliaria cárcel de oro que la bondad de la Ley puede regalarle, debido a su avanzada edad.
Pero es bueno que la memoria esquiva de la sociedad recupere la verdadera historia de unos de los más siniestros personajes que engendró la dictadura stronista, responsable directo de la persecución, tortura, asesinato, desaparición y exilio de cientos de compatriotas, además de haber sido uno de los jerarcas que más se enriquecieron ilícitamente.
Sabino Augusto Montanaro fue nombrado ministro del Interior por el dictador Alfredo Stroessner en noviembre de 1966, tras la caída de su antecesor Edgar L. Insfrán, y conservó el cargo hasta el fin de la tiranía, en febrero de 1989. Junto con el jefe de Policía, Alcibiades Brítez Borges, y el jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, formaron el tenebroso trío que dirigió la implacable acción represiva durante más de dos décadas, en que se cuentan el aniquilamiento de las Ligas Agrarias, la OPM, la Pascua Dolorosa, el caso Goiburú, el atraco a Jejuí, el caso Martín Almada, la masacre de Caaguazú, la clausura de medios de prensa. Llegó a ser presidente del Partido Colorado, tras atracar la Junta de Gobierno de la ANR, al frente del “cuatrinomio de oro”, en agosto de 1987.
Al caer la dictadura, la fortuna personal de Montanaro estaba calculada en 10 mil millones de guaraníes. Sus bienes los obtuvo a través del ejercicio del terror. Una de sus varias estancias, Ganadera Chaco, la adquirió a precio regalado, luego de apresar y amenazar a su anterior propietario, Ramón Balbino Garelli. La transferencia la hizo en su propia inmobiliaria, Santa Elisa. Otra de sus tantas empresas, Comercial Industrial SRL, monopolizaba todas las ventas al Ministerio del Interior.
Tras huir presuroso, se refugió en Honduras, donde se hizo pastor de una Iglesia evengélica. Hay quienes dicen que vio la luz divina y se arrepintió de sus pecados. De ser así, tiene ante sí la oportunidad histórica de reparar en parte sus horribles crímenes, devolviendo lo robado y revelando la ubicación de las tumbas clandestinas en donde yacen anónimamente tantos compatriotas ejecutados, cuya desaparición aún mantiene en vigilia a sus familiares, y aún calcina la conciencia de una sociedad que no puede acabar de cerrar sus heridas.

1 comentario:

  1. Sera que alguna vez se hara JUSTICIA EN PARAGUAY?sera que Dios realemente existe y este hombre pagara sus crimenes?Mi familia materna tuvo que irse del pais hace muchisimos años huyendo de ese nefasto capitulo de la historia paraguaya,solo cruzaron el Pilcomayo,y estuvieron a salvo,en Argentina.Muy agradecidos por cierto estan porque aca pudieron trabajar,ir a la escuela,aunque sin grandes pretensiones,pero en paz...La paz que en su pais era una utopia,por personajes como este...Que asco me da...

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