Por Andrés Colmán Gutiérrez y Jorge Torres Romero
(Publicado en la Revista Noticias de Argentina, edicion 1687 del 25 de abril)
(Publicado en la Revista Noticias de Argentina, edicion 1687 del 25 de abril)
-¿Necesitás algo más, monseñor…? –le preguntó la joven Viviana Rosalith Carrillo, de 16 años de edad, al obispo de San Pedro, Fernando Armindo Lugo Méndez, tras entregarle las ropas de cama, en la habitación donde él iba a pernoctar esa noche, como huésped ilustre.
El obispo la miró y la tomó de las manos, al responderle con voz suave y seductora:
-Sí, necesito… ¡te necesito a vos!
Era una calurosa noche de verano del 2000. El prelado había llegado en una gira pastoral por el interior del departamento de San Pedro hasta la localidad campesina de Choré, en donde una solícita feligresa, Edith Lombardo de Vega, invitó a Lugo a alojarse en su casa.
La señora Edith le presentó a su sobrina y ahijada, Viviana, una adolescente que se estaba preparando para recibir la confirmación de su fe católica, en una ceremonia que el mismo obispo iba a presidir en pocos meses.
No se sabe que más pasó esa noche, en la soledad de la habitación. Lo que sí se sabe, según le contó la chica a los abogados Walter Acosta y Claudio Kostinchok, es que allí empezó una relación prohibida entre el maduro obispo y la joven adolescente en vías de ser confirmada, que luego desembocó en un embarazo, del cual nació un niño, Guillermo Armindo, el 4 de mayo de 2007.
“Debido a mi corta edad e inexperiencia, fui seducida por su forma de hablar, por sus palabras bonitas, por sus expresiones bellas, y por las promesas que me hizo de renunciar a su cargo por mí, y que pretendía compartir una vida conmigo y que tengamos muchos hijos y formemos un hogar, habiendo sido él mi primer y único hombre”, revela.
El miércoles 8 de abril, en plena Semana Santa, los dos abogados presentaron en Tribunales la primera demanda de filiación contra Lugo, en la que Viviana Rosalith Carrillo le pedía al actual presidente de la República del Paraguay que reconozca la paternidad del pequeño Guillermo Armindo, iniciando la sucesión de escándalos que tienen al Paraguay paralizado, en donde tres (hasta ahora) pequeños niños han logrado lo que no lograron ni los dirigentes del otrora poderoso Partido Colorado, ni las supuestas conspiraciones políticas del folklórico general Lino Oviedo: hacer temblar al gobierno del presidente Fernando Lugo.
Así no solo se puso en jaque al hombre político, sino que se consolidó el mito del hombre íntimo: que Lugo es un play-boy empedernido –un “gaucho” como se le llama aquí- y que tiene una colección de hijos cuya existencia se rumorea desde hace años, pero que nunca había podido comprobarse. La Iglesia ya conocía la intensa actividad sexual del obispo cuando decidió separarlo elegantemente de la Diócesis de San Pedro y dejarlo sin cargo. Lo que no imaginó es que su pasado volvería para condenarlo.
PREFERENCIAS. “¡Al monseñor Fernando Lugo siempre le gustaron las jovencitas…!”, exclama con una sonrisa burlona Benigna Leguizamón, la segunda de las tres mujeres que hasta ahora se atribuyen públicamente haber mantenido relaciones sexuales y engendrado hijos del presidente, cuando aún era obispo de la Iglesia Católica.
Benigna tenía 18 años y un bebé en brazos en mayo de 2001, cuando llegó hasta el obispado de San Pedro, en la desolada región Norte del Paraguay, a pedir ayuda al entonces célebre “Obispo de los Pobres”, Fernando Lugo.
El padre de su hija, Francisco Luján, médico anestesista del hospital local, estaba casado con otra y le negaba la prestación alimentaria. La adolescente madre soltera confió en que el obispo le ayudaría en su desamparo, y así fue. Lo que ella no se esperaba era lo que él iba a pedirle a cambio.
“Al principio lo veía como un padre, como una persona bondadosa y amable. Me dio palabras de consuelo, me hizo sentir mejor, y me pidió que vuelva en ocho días. Así lo hice, y entonces me invitó a ir de paseo a su granja. Me fue envolviendo. Yo era una joven campesina, poco instruida, pobre y desesperada con una hija a la que tenía que cuidar. El se aprovechó de mi necesidad y me llevó a la cama. Y poco después me quedé embarazada de él”, recuerda Benigna.
Aunque no quiere entrar en detalles sobre los momentos íntimos de la relación, la mujer cuenta que los encuentros se consumaban en una granja rural que Lugo había comprado, a nombre del Obispado, en las afueras de la ciudad de San Pedro del Ycuamandyyú.
El obispo la alzaba en la camioneta y la llevaba a recorrer por el interior del Departamento, y más de una vez, los caminos de Benigna se cruzaron con los de Viviana Carrillo, la otra madre del otro hijo.
“Yo le conocí a Viviana, porque cuando pasábamos por Choré, nos quedábamos un rato en la casa de su tía y madrina, Edith Lombardo, pero yo ni me imaginaba que Fernando también andaba con ella en la misma época en que andaba conmigo, y seguro que ella tampoco se imaginaba que el papá de su hijo andaba también conmigo”, admite.
De aquella relación, también prohibida, el 9 de setiembre de 2002 nació Lucas Fernando, un chico que pronto cumplirá 7 años de edad. La mujer supo entonces que estaba condenada a callar por siempre el nombre del papá de su hijo.
“¿Cómo les iba a decir a la gente: me embaracé del monseñor Lugo? En el Paraguay, cuando una tiene hijo de un pa’i (sacerdote) y más todavía de un obispo, tiene que guardar silencio por vergüenza, es mejor decir que el niño no tiene padre, o que su papá es el Pombero (duende mitológico guaraní)”, comenta.
Un detalle llamativo es que a pesar de no haberlos reconocido inicialmente, Lugo insistió en que sus hijos lleven sus mismos nombres, o el de sus descendientes.
Benigna relata que cuando le contó al obispo que estaba embarazado de él, este insistió en que inscriba al niño con los dos nombres suyos: Fernando Armindo. “Yo le dije que Armindo me parecía un nombre muy feo, por eso le llamé Lucas Fernando”, dice.
La otra madre, Viviana Carrillo, relató a sus abogados que también le pidió ponerle su segundo nombre, Armindo, y el del abuelo del niño, Guillermo.
SIN REGRESOS. El 16 de agosto de 2008, al iniciar su primera jornada como presidente de la República, Fernando Lugo anunció públicamente que renunciaba a percibir su salario como jefe de Estado y lo iba a donar íntegramente para la ayuda a los pobres.
Al conocerse que tres mujeres admitían públicamente que él era el padre de sus hijos, la pregunta que se formuló la dirigente feminista Clara Rosa Gagliardone, presidenta de la Fundacion Kuña Aty, es con qué recursos el presidente asistirá a los niños, ya que no se conoce que Lugo tenga otros ingresos económicos.
Hasta ahora, según el relato de las madres, la asistencia del “padre de la patria” (como ahora se lo llama) a sus vástagos, ha sido escasa o nula.
En el caso de Benigna, ella admite que el entonces obispo le pasaba una ayuda económica mensual de 50 mil guaraníes (10 dólares), hasta octubre de 2003, cuando el niño cumplió dos años de edad. Luego la ayuda se cortó totalmente y el prelado ya no la recibía en el obispado, ni atendía sus llamadas telefónicas.
“Después que renunció como obispo, le llamé a Fernando y le conté que el niño se iba a bautizar y le pedí ayuda. El mismo se negó a darle ayuda, diciendo que no contaba con dinero, ayuda ésta que le pedí, en vista de que mi actual pareja en aquel entonces había sufrido derrame cerebral. El niño (Lucas Fernando) se comunicó con él por vía telefónica, pidiéndole una bicicleta. El mismo contestó: ‘Sí te voy a comprar’, cosa que hasta el día de hoy no cumplió”, relata Benigna.
En el caso de Viviana Carrillo, en el texto de la demanda que sus abogados presentaron inicialmente ante la Justicia, ella cuenta que el actual presidente “suele ayudarlo a su hijo económicamente, pero sólo después de que tenga que mendigarle varios días por su asistencia o cuando el mismo se halla enfermo”.
Cuenta que la asistencia económica era provista por un sobrino del presidente,
Fernando José Lugo, ya que el mandatario se mostraba cada vez más esquivo. “La última vez que nos vimos, estando dentro de un vehículo con él, discutiendo nuevamente por la desatención del mismo para con su hijo, y al señalarle que no podía ser que yo tuviera que mendigarles todos los meses para que su hijo pudiera comer, y que aparentemente él no lo quería, me dio un golpe en la cara, señalándome que jamás dijera eso”, sostiene.
En su denuncia a la Justicia, Viviana relata: “Me prohíbe salir en público, señalándome que es peligroso que la gente me vea, porque hay mucha gente mala, y que tiene muchos enemigos políticos que podrían utilizar a su hijo para coaccionarle. No me permite trabajar, y también es celoso, no queriendo que ningún hombre se me acerque, por lo que es toda una tortura vivir de esta manera, siempre con la excusa de que es peligroso por el cargo que él ocupa, por lo que me encuentro totalmente sola y aislada, pues mis familiares y amigos se apartaron de mí”.
Viviana Carrillo se vio favorecida, cuando tras el escándalo desatado con la revelación periodística de su caso, el presidente admitió públicamente que era el padre de la criatura. Hoy la mujer y su hijo viven en una casa que Fernando Lugo tiene en la ciudad de Lambaré.
Benigna Leguizamón no tuvo la misma suerte. Ella sigue viviendo en una pobreza extrema, en un barrio marginal de Ciudad del Este, en la zona de la Triple Frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina.
El abogado Marcos Fariña, representante legal del presidente, le dijo que Lugo “no niega ni admite” que Lucas Fernando sea hijos suyo, pero prefería realizar una prueba de ADN en forma privada. Benigna se negó tajantemente y el martes 21 de abril inició una demanda judicial de filiación contra el mandatario.
MADRE MILITANTE. El similar perfil de “jovencitas campesinas ingenuas” que presentan las dos primeras madres que reclaman la paternidad de Fernando Lugo, fue roto el miércoles 22 de abril, con la aparición de Damiana Hortensia Morán, directora de una guardería en Capiatá (ciudad aledaña a la capital Asunción), la tercera mujer que dice haber engendrado un hijo del presidente.
A diferencia de sus predecesoras, Damiana se presenta como una activista social y política, vinculada al partido de izquierda Tekojoja, liderado por Fernando Lugo y relata haber conocido a Lugo en el 2006, luego de retirarse como obispo y lanzarse a la arena política.
Alega que de esa “relación militante” nació su hijo Juan Pablo (en homenaje al Papa fallecido), de un año y medio de edad, un “fruto del amor incondicional”. Ella no pide que el presidente reconozca a su hijo, habla maravillas de Lugo y considera que el caso de Benigna Leguizamón es “un fraude” preparado por enemigos del presidente.
El jueves, los diarios Última Hora y La Nación instalaron la sospecha de que el tercer caso fue instalado por sectores del propio Gobierno para tratar de lavar la deslucida imagen de Lugo.
Por las dudas, Damiana ya abre el Paraguay: dice que son seis las mujeres que demandarán el reconocimiento de filiación de sus hijos al presidente, y propone crear una Asociación de Primeras Damas o Primeras Madres, para negociar juntas cuestiones como la distribución de la ayuda alimentaria o la eventual herencia de los herederos del semental monseñor presidente.
Quizás Fernando Lugo no produjo los cambios que el electorado paraguayo esperaba de él, pero logró cambiar el rezo del Padre Nuestro. Entre los muchos chistes populares que han empezado a circular masivamente por Internet o por textos SMS de teléfonos celulares, se incluye la nueva versión humorística de la tradicional oración cristiana.
“Padre nuestro que estás en Mburuvichá Roga, cotizado sea tu nombre, venga a nosotros tu apellido, hágase el ADN en San Pedro como Ciudad del Este, danos hoy nuestra prestación alimentaria de cada mes, perdona las demandas de nuestras madres, como también nosotros perdonamos tu abandono, no nos dejes caer en la miseria y líbranos de la prensa. Amén”, dice la recreada plegaria.
Qué oración tan triste
ResponderEliminarQué hombre tan triste
El Paraguay sigue tristisimo.
Muchos prefieren las sarnas, las bromas. Una Pena, qué lejos seguimos de un Paraguay maduro y honesto.
Sin leer aun lo que escribiste, había escrito este microrelato:
ResponderEliminarHAGASE
Nunca pudo precisar en que momento la voluntad del Señor se confundió con la suya. Tal vez fue en el momento exacto en que le dijo, susurrando, que él era un hombre de Dios.
Abrumada, ella no hizo sino entregarse como si estuviera cumpliendo antiguas profecías.