domingo, 5 de julio de 2009

El delito de estar resfriado


Escribo este texto con un tapabocas colocado sobre el rostro. Resulta molesto y me da una imagen algo ridícula, pero a mis compañeros de la Redacción Regional de Última Hora en Ciudad del Este les otorga una sensación de seguridad, la ilusión de que los virus de mi gripe no les llegarán a través del aire, y que de alguna manera eso aleja la amenaza de contraer la nueva peste apocalíptica.
No soy el único culpable. Otras dos compañeras tratan de disimular los síntomas del resfriado, casi con vergüenza de haber contraído la enfermedad estacional. Hay bromas incómodas, temores inconfesados. El eco de cada tos contenida, de cada estornudo sofocado, suena como la comisión de un grave delito social.
Hace apenas dos meses, contraer un resfriado hubiera sido algo tan común, una consecuencia lógica de los cambios climáticos a la llegada del invierno, que en nada hubiera alterado nuestra actividad cotidiana.
Ahora no. Ahora cada gota de secreción nasal es motivo de alarma y casi un motivo de segregación personal. ¡Alto...! ¿Qué hacés aquí? ¡Andate a ver a un médico! ¿Por qué no te internás en un hospital? No pongas en peligro a los demás. No te acerques. No me toques. No me beses. No me abraces. Te quiero mucho, pero es mejor que conserves la distancia.
¿Quién inventó este virus apocalíptico, que incrementa nuestra paranoia colectiva y profundiza nuestro aislamiento individual? ¿Será cierto que el A H1N1 fue incubado en algún siniestro laboratorio, con oscuros objetivos comerciales o políticos? ¿Es tan temible de verdad, o es solo un eco desmedido de los medios de comunicación? ¿Acaso no mueren miles de personas más por culpa del hambre, la desnutrición, la miseria, la violencia, la inseguridad, los accidentes de tránsito?
Será importante combatir a la ex peste porcina con el molesto tapabocas, extremar la higiene con el uso del alcohol en gel y las toallas descartables. Pero será aún más importante combatirlo con la solidaridad, la tolerancia, la creatividad, la amistad y el amor, para que otros peligrosos virus como la soledad, el egoísmo, la indolencia, el individualismo, no se nos metan dentro del corazón y de la carne como la más nociva pandemia.

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