viernes, 30 de octubre de 2009

Los otros secuestros


He recibido varias cartas de lectores que cuestionan por qué los periodistas gastamos ríos de tinta sobre el secuestro de “alguien con mucho poder económico como el ganadero Fidel Zavala”, y no decimos nada acerca de “los muchos otros secuestros, robos y asesinatos, contra humildes y anónimas personas del pueblo” que ocurren en el país.
Hago “copy paste” de algunos de los muchos artículos que escribí en esta misma columna, hace ya algún tiempo:

“La corrupción es asesina. La corrupción hoy mata con las balas de asaltantes y secuestradores, pero hace mucho que también mata sin ruido porque el dinero que podía ser destinado a hospitales, escuelas, caminos y fuentes de trabajo, va a parar a los bolsillos de autoridades, legisladores, jueces, fiscales, funcionarios, políticos y empresarios corruptos”.
“¿Ha crecido la inseguridad? En todo caso, es otra forma de inseguridad la que ha llegado y hoy golpea la puerta de viviendas residenciales, oficinas lujosas y colegios caros. Pero empecemos por admitir que la inseguridad no es solo vivir con la angustia de que una banda te pueda secuestrar a la salida de la casa, el negocio o la escuela, o que un marginal te pueda clavar un puñal para robarte la billetera en cualquier esquina”.
“La inseguridad es también no saber qué les vas a dar de comer hoy a tus hijos, no tener un médico que los atienda cuando están enfermos, no poder darles una casa digna o una buena escuela, no poder ofrecerles la posibilidad de vivir en un país donde puedan crecer con oportunidades de convertirse en personas dignas. Hace años o siglos que amplios sectores de nuestro pueblo vienen padeciendo esta otra forma de inseguridad, pero eso no es noticia en las páginas de policiales de los diarios, ni merece marcha de repudio por las calles”. (“Qué hacer”, ÚH 16 de octubre de 2004, tras el secuestro y asesinato del niño Amín Riquelme).

“Sí… hay un país que está secuestrado, y al que hasta ahora no conseguimos liberar. Un país en el que deseamos vivir sin tener que escondernos tras las rejas de nuestro hogar convertido en cárcel. Un país en el que podamos dejar a nuestros ir a la escuela o a divertirse sanamente con sus amigos, sin la angustia de creer que no regresarán. Un país en el que no tengamos que rodearnos de garitas y armas, ni caminar por las calles mirando de reojo a cada rato. Un país en donde no seamos prisioneros de nuestro propio miedo. ¿Dónde está ese país? ¿Quién lo tiene cautivo? ¿Cuál será el rescate que debemos pagar por él?”. (“El país secuestrado”, ÚH 3 de julio de 2004).

¡Liberen a Fidel Zavala!
¡Liberemos al Paraguay!

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