martes, 9 de octubre de 2007

Yo quiero ser parlamentario

Querida mamá:
Te escribo para contarte que ya resolví la profunda crisis existencial y vocacional que me tenía re-angustiado, desde que terminé la secundaria. Por fin se acabó toda la profunda duda y la interminable discusión en la mesa familiar acerca de cual carrera universitaria seguir, qué profesión abrazar en la vida: arquitecto, ingeniero, maestro, medico, abogado, modelo o futbolista.
Es que ayer leí una noticia publicada por un diario y se me iluminaron los ojos. ¡Al fin vi la luz! Me convencí automáticamente: ¡Mamá, yo quiero ser parlamentario!
Claro. ¿En que otra carrera, oficio, profesión o lo que sea, en este país, puedo aspirar a ganar un salario fijo o disfrazado de aproximadamente 20 millones de guaraníes? ¡Ni el presidente de la República gana eso! (Al menos, no oficialmente).
Para más, ahora -en otra de esas geniales maniobras de hacer o modificar las leyes a su medida y conveniencia-, los legisladores acaban de auto-concederse una jubilación privilegiada con apenas cinco años de aporte, en que cada uno, al dejar su banca... ¡recibirá cerca de 70 millones de guaraníes!
No, no, no... ya no tengo ninguna duda, madre mía: ¡Yo quiero ser parlamentario!
¿Médico...? ¿Para qué...? ¿Para sufrir la impotencia de ver morir a mis compatriotas, formando cola ante esos monumentos al vacío que insisten en llamar hospitales? ¿Para pasarme en manifestaciones como esos que ahora están en la calle, mendigando un pequeño porcentaje más sobre el miserable sueldo que ganan, y ser garroteado por la policía? ¡Ah, no!
¿Maestro...? ¿Para qué...? ¿Para auto-engañarme creyendo que la educación les importa a quienes no la tienen y deben decidir cuánto dinero invertir en el futuro del país? ¿Para enseñar ad honorem y morirme de hambre, esperando eternamente un rubro que nunca llega? ¡Wákala!
No hablemos de un empleo "normal" a los que apenas acceden los ciudadanos comunes, con un salario mínimo de 1.089.103 guaraníes (poco más del 5% de lo que ganan los parlamentarios). Ni pensar en los miles de desempleados, en los que sobreviven en las calles, en lo que son condenados a la marginalidad y la pobreza más espantosa. ¿Cuantos podrían vivir un año con el sueldo mensual de un diputado?
¿Futbolista...? No deja de ser otra opción tentadora. Ahí lo tenés a Roquegol o a Dos Santos, ganando millones de euros. Pero hay que sudar la camiseta, cuesta mucho sacrificio y siempre está el riesgo de que te rompan el alma en el próximo partido.
En cambio, ser parlamentario... ¿que esfuerzo exige? Venís cuando querés en tu 4x4 con aire acondicionado hasta el edificio del plato volador, te sentás en tu sillón a decir todas las pavadas que se te antojen, hablás por celular, levantás la mano cuando hay que votar según lo acordado, fumás en el recinto cerrado sin importarte que esté prohibido, inflás el presupuesto hasta la estratósfera (total la plata no va a salir de tu bolsillo)... y nadie te puede sancionar, para eso están los fueros. ¡Que lindo!
No, mamá. No me contradigas. Ya sé que los parlamentarios son elegidos para otra cosa, para representar democráticamente al pueblo, para responder a las necesidades de la gente, para legislar a favor del bien común... ¡Japoina!
Así que, basta de discusión. Ser legislador es lo más mbareté, lo más jaryi, es ser un winner total, luego. ¡Yo quiero ser parlamentario!
Besos.
Tu hijo (el futuro diputado).

1 comentario: