viernes, 25 de enero de 2008

La muerte del enemigo público numero uno


La canción del grupo musical mexicano Maná, “Labios compartidos”, sonaba estridente como timbre de llamada en el celular de Sebastián González, miembro de la banda de asaltantes y secuestradores liderada por Valdecir Pinheiro, pero el dueño del teléfono ya no lo podía atender, porque estaba yerto en el piso, con los ojos abiertos y vidriosos, acribillado a balazos al lado de su escopeta calibre 12.
Eran las 8:10 de la mañana del miércoles 23 de enero en la fracción San Antonio del barrio Pablo Rojas de Ciudad del Este. Alrededor reinaba el caos: olor a sangre y pólvora, eco de disparos y sirenas, gritos metálicos en los intercomunicadores de radio, cadáveres tendidos en los patios de las casas, policías armados buscando a más delincuentes en el vecindario, periodistas y fotógrafos arriesgando su vida tras la noticia, pobladores aterrorizados y curiosos detrás de las murallas.
La impactante escena fue filmada con una pequeña cámara digital por el periodista Francisco Espínola, y el video del teléfono celular sonando con la música de Maná al lado del cadáver todavía está disponible en el portal Ciudad del Este de Ultimahora.com, como un pintoresco y enigmático detalle de ese miércoles de violencia: ¿Quién estaba haciendo esa llamada telefónica que nunca más sería contestada?
Un poco más allá, tendido con los brazos en cruz sobre un piso de cerámicas rojas, semidesnudo y cubierto de sangre, yacía el criminal más buscado de la Triple Frontera, Valdecir José Pinheiro dos Santos, cerebro de más de diez sonados casos de secuestros extorsivos desde el 2003, numerosos asaltos y varios asesinatos. “Se acabó el reinado del enemigo público número uno”, decretó el ex ministro del interior, Rogelio Benítez, quien junto a su actual sucesor, Libio Florentín, llegó hasta el escenario del enfrentamiento cuando ya todo estaba consumado y solo quedaba aparecer en las fotos.
Después del susto y el asombro ante las balaceras transmitidas en directo por los cronistas de radio y televisión, se ha instalado una sensación de alivio en gran parte de la ciudadanía esteña, especialmente en los círculos de empresarios y personajes adinerados que estaban en la lista de potenciales víctimas de secuestro por parte de la banda. Aunque todavía andan sueltos algunos delincuentes de cuidado como Joel Ramírez, Pedro Clever Gavilán o Roque Jacinto “Pyguazú” González, el más temible y peligroso ya ha sido eliminado. Muerto el perro, ¿se acabó la rabia?
En la euforia de esta celebración colectiva por el éxito policial, nadie pierde el tiempo en cuestionar si Valdecir y sus secuaces abatidos realmente fallecieron en el enfrentamiento o fueron ajusticiados. Y aunque la mayoría de los periodistas hemos visto a Juan Aníbal González, alias “Cambilo”, ser alzado herido pero aún vivo en la carrocería de una camioneta patrullera, no ha sido ninguna sorpresa recibir la noticia de que “murió camino al hospital”.
Ya se sabe: cuando se trata de criminales peligrosos, la policía del Alto Paraná no acostumbra tomar prisioneros. Y menos cuando en la refriega cae asesinado un policía apreciado y temerario como el oficial primero Rodolfo Adrián Colmán, quien al frente del Grupo 26 de Investigaciones fue el primero en arremeter a pecho gentil, sin chaleco antibalas, en el aguantadero de los maleantes.
Doloridos e indignados por la muerte de su camarada, los miembros de la policía fronteriza no se detienen en cuestiones anecdóticas como acordarse de que hasta los peores criminales también tienen derechos humanos. Saben que la gran mayoría de la población esteña les apoya y les aplaude en este procedimiento. Y quizás, desde una perspectiva distorsionada pero crudamente real, no dejan de tener razón, porque si Valdecir Pinheiro y sus secuaces hubiesen sido aprehendidos vivos, con la gran cantidad de recursos económicos y contactos poderosos que manejan, en poco tiempo estarían comprando a jueces, a fiscales, a guardiacárceles y a los mismos policías, para fugarse o salir nuevamente de la prisión –como ya lo han hecho tantas veces–, y continuar sembrando el terror.
Así que ahora la población puede dormir tranquila: Valdecir Pimheiro, el “enemigo público número uno” está muerto y enterrado. “¿Y ahora, a quien le van a echar ahora la culpa de los próximos golpes?”, se preguntan en voz baja los insidiosos de siempre. Y uno se interroga si los verdaderos enemigos públicos del Paraguay no son en realidad la pobreza, la corrupción, la injusticia, la impunidad, las autoridades y los políticos sinverguenzas. ¿Será que algún grupo comando les puede iniciar cacería, hasta exterminarlos como a Valdecir Pinheiro?

viernes, 18 de enero de 2008

El periodismo en el ojo de la tormenta

El domingo 13 de enero, el suboficial de policía José Luis Vallejos fue presentado en varios medios de comunicación como un despiadado asesino, sindicado como el ejecutor del crimen del infortunado joven Iván Martínez, acribillado a balazos en San Bernardino.
El parte policial redactado en la Comisaría local lo incriminó directamente, aún sin pruebas fehacientes. La fiscala de Caacupé, Liliana Lorena Ledesma, lo imputó por homicidio doloso. El ministro del Interior, Libio Florentín, llegó a anunciar que sería dado de baja en forma deshonrosa de la Policía Nacional.
Pero apenas 72 horas después, la situación dio un vuelco inesperado. Unas fotos enviadas en forma anónima a la página que Iván mantenía en Internet, permitieron a su hermano mayor identificar al supuesto verdadero autor del crimen, con un gran parecido físico con el policía incriminado. A partir de allí, la historia fue radicalmente distinta.
En solo tres días, el suboficial Vallejos pasó a transformarse de victimario en víctima, de culpable en inocente. Y así como hubo graves errores de procedimiento por parte de la Policía y de la Fiscalía, también los hubo por parte de un sector del periodismo.
Noticieros y programas de televisión que imprimieron sobre sus imágenes: “Policía mata a joven en San Bernardino”. Informes radiales que dieron como un hecho todo lo que afirmaba el parte policial. Titulares de diarios que se olvidaron del término “supuesto” o “presunto” que exige cualquier código de ética periodística.
¿Y ahora…? ¿Quién le devuelve al suboficial Vallejos esos tres días en que fue expuesto injustamente al escarnio público, al vía crucis carcelario, al dolor de su familia y sus amigos? ¿Le sirven de algo las rectificaciones y pedidos de disculpas?
El periodismo es ejercido por seres humanos, hombres y mujeres que podemos perfectamente equivocarnos. Pero el hecho de manejar medios de alcance masivo, que influyen cotidianamente en la vida de miles de personas, nos exige que cometamos lo menos posible cualquier error, porque muchos de sus efectos provocan irreparables daños.
Lo hemos dicho en este espacio y lo sostenemos en el seno de nuestras organizaciones: en el gremio de comunicadores y en la sociedad paraguaya hace falta un debate a fondo sobre la ética periodística, y la elaboración de un código consensuado, que pueda ser asumido y respetado mayoritariamente. Principios básicos, como la presunción de inocencia o el chequeo responsable de toda información, deben estar más incorporados al ejercicio cotidiano de la profesión, y deben volverse parte del aire que respiramos.
En estos días, la Redacción de Última hora vive una lamentable situación, pero que al mismo tiempo es aleccionadora y fructífera. Un (ahora ex) compañero periodista, Esteban Acevedo, fue acusado de cometer un delito y una grave falta ética profesional, por extorsión y chantaje al empresario y político colorado Rodolfo Max Friedman, afectado por una serie de publicaciones sobre la fragilidad y el sometimiento de la Justicia en Guairá.
El político presentó una grabación respaldatoria. Ante la evidencia, los directivos de Última Hora han procedido rápidamente a desvincular al periodista Acevedo. Y los miembros de Última Hora suscribimos un pronunciamiento, en el que reprobamos la falta ética del ex compañero, que es personal y no involucra al resto de la Redacción, pero ratificamos la decisión de seguir denunciando los hechos de corrupción que involucran a Friedman o a cualquier otra persona.
Es deplorable que una actitud individual sea utilizada para intentar desacreditar el importante trabajo de muchos colegas y medios que siguen trabajando con esfuerzo y riesgo por construir un periodismo paraguayo más objetivo, serio, responsable y ético. Pero a la vez es saludable y esperanzador que los propios directivos y comunicadores sean los primeros en reaccionar, en tomar medidas y asumir posturas de compromiso por transformar positivamente la situación.

jueves, 10 de enero de 2008

La rebelión de Hernandarias


Sucedió en vísperas de Navidad. En ese festivo atardecer del 23 de diciembre de 2007, cuando los mita’i hacían estallar petardos en las esquinas del centro de Hernandarias y varios vecinos estaban en la vereda, brindando anticipadamente por la proximidad de la nochebuena.
La joven Lilian Ramírez, de 22 años, salió de su casa y se dirigió caminando hacia un local de cabinas de Internet, con la intención de comunicarse con una de sus hermanas que está en España, y que iba a pasar las fiestas allá lejos, otra víctima de la migración forzada que disgrega cada vez más a las familias paraguayas.
Fue entonces cuando dos hombres desconocidos, a bordo de una motocicleta, le cerraron el paso, le encañonaron con un arma y exigieron que entregue su cartera y su teléfono celular. Lilian se asustó y echó a correr. Uno de los hombres le disparó y ella cayó fulminada en plena calle Cesar Gianotti, una de las principales arterias céntricas de Hernandarias, a apenas dos cuadras de la Comisaría Policial y de la Fiscalía. Los motociclistas asesinos tranquilamente reanudaron la marcha, y en el camino de su fuga asaltaron a otras dos mujeres.
El cuerpo de la pobre Lilian quedó allí, tendida en la calle, durante varias horas. La fiscala de turno, Haydeé Barboza, nunca llegó para la intervención y hubo que buscar a su colega, Troadio Galeano, para levantarla. Como ya se ha vuelto habitual en esta castigada región del Alto Paraná, todo hacía suponer que la investigación del crimen se iba a acabar antes de comenzar, archivada entre cientos de expedientes de casos sin resolver que vegetan en los archivos de la despintada sede de la Fiscalía local, y que los criminales se estarían riendo entre las sombras.
Pero esta vez algo diferente sucedió. El asesinato de Lilian fue la gota que colmó el vaso de la indignación de muchos hernandarienses. Y como no se ha visto desde hace tiempo en esta zona, los ciudadanos comunes comenzaron a unir su dolor, su rabia, su impotencia. Así nació la Asociación de Víctimas de la Injusticia, que hoy ya congrega a más de un centenar de pobladores, y que acaba de dar a luz también a una Contraloría Ciudadana. Ya han obtenido su primer resultado positivo: que el Ministerio Público disponga la intervención de la Fiscalía de Hernandarias.
Esta semana pude verlos y conocerlos de cerca, reunidos en vigilia permanente a la sombra de un viejo mango, en el patio de la Heladería Tropical, frente a la sede del Ministerio Público, vigilando el proceso de intervención.
Allí estaba Dora Ramírez, la tenaz hermana de Lilian, altiva bajo el Sol, enarbolando el retrato de su familiar asesinada, clamando justicia.
Allí estaba Trifilda Álvarez, la desconsolada viuda de Felipe Samudio, el campesino ultimado a balazos en noviembre pasado, cuando sembraba soja en su chacra de la colonia Fortuna, cuyos asesinos siguen libres y se dan el lujo de ir a amenazarla de muerte en su propio domicilio.
Allí estaba Remigia Herrera, la indignada madre de Cinthia Carolina, quien según todos los indicios habría sido asesinada por su propio marido, pero el fiscal interviniente caratuló misteriosamente la causa como suicidio.
Allí están… rostros de hombres y mujeres como cualquiera, arrancados de su vida cotidiana y colocados en situaciones límites por el azote de la violencia criminal, por la inseguridad convertida en ley de la frontera, por la inacción o la complicidad de autoridades corruptas, por la dolorosa pérdida de la vida de un ser querido arrancada de manera sorpresiva e irremediable.
Allí están… rompiendo la pasividad y la apatía, superando el miedo y el silencio, alzando su voz para decir: aquí estamos, queremos una Hernandarias diferente, un Alto Paraná sin corrupción y sin violencia, un Paraguay en donde nadie tenga que morir por un teléfono celular, en donde las instituciones funcionen para aclarar los crímenes y sancionar debidamente a los culpables.
Hay sectores incómodos ante la rebelión de Hernandarias. Fiscales, policías, jueces, políticos… preocupados de que algo pueda cambiar ante la presión de la gente. Acusan de que los que están en la calle son pocos, que no representan a nadie, que son manipulados por líderes opositores o por abogados que solo quieren figuración mediática. Pero lo cierto es que los ciudadanos y ciudadanas de Hernandarias están allí, con su dignidad y su rebeldía en alto. Y es bueno saber, en estos tiempos, que hay gente que se moviliza por defender sus derechos.

jueves, 3 de enero de 2008

Carta olvidada en el interior de un viejo zapatito


Queridos Reyes Magos:

Me dicen que escribirles es una tontería, una pérdida de tiempo, porque ustedes no son seres reales, son solamente personajes de una antigua leyenda cristiana que se está volviendo cada vez menos creíble.
Eso me dicen… pero aún así les escribo esta carta. Porque… si viven en el alma de tantos niños y niñas, si están en el recuerdo nostálgico de tantos adultos que quizás sigamos atesorando nuestra niñez en algún rincón del corazón, si son capaces de convocar tantos sueños y tantas fantasías en cada mágica madrugada del 6 de enero, si pueden despertar tanta energía creadora, tanta fuerza, tanta esperanza…
Entonces, ustedes están mucho más vivos que muchos seres de carne y hueso que hoy son apenas sombras o fantasmas. Ustedes son mucho más realidad que tantas personas reales y palpables que en el fondo son mentiras vivientes.
Hasta los nueve años de edad, como tantos niños de Yhú, mi pueblo natal, yo creía fervorosamente en los Reyes Magos.
La magia nos envolvía al escribir cartitas de letras temblorosas, con el esfuerzo de enumerar supuestos actos de bondad, para canjearlos por una pelota de cuero o un camioncito a control remoto. Las entregábamos a nuestros padres, convencidos de que conocían el imposible servicio postal que las llevaría hasta el País de los Sueños.
Sí... era magia la que nos impulsaba a preparar el pasto y el agua fresca para los exhaustos camellos, al pie de la ventana. Era magia la que nos mantenía en duermevela, seguros de poder vislumbrar las sombras de los tres jinetes en el silencio de la madrugada. Era magia la que nos despertaba de un salto para ver qué había junto a los zapatitos. Era magia la que inundaba las calles de risas infantiles, en la mañana del 6 de enero, convirtiendo al mundo en una feliz aldea de niños jugando.
Un día se rompió el encanto... Algún siniestro pyrague, creyendo que acaso nos hacía un favor, nos reveló la supuesta verdad y nos robó la magia.
El mundo se volvió otro. Los Reyes Magos no existen. Los Reyes Magos son los padres. Los Reyes Magos son el invento publicitario de algún shopping center. Los Reyes Magos son políticos en campaña llevando juguetes a los barrios pobres a cambio de votos. En un mundo así, ¿cómo puede haber espacio para la magia?
Pero en esta víspera de la madrugada de Reyes, el niño que sobrevive dentro de mí se adueña de mi mano y me impulsa a escribirles estas líneas, que quedarán dentro de un viejo zapatito en la ventana, en donde les dejo mis pedidos.
Les pido que nos traigan de regalo las ganas y las fuerzas para seguir creyendo que es posible construir un Paraguay mejor. Que a pesar de que el país está así como está, con tanta pobreza, con tanta corrupción, con tanta impunidad, con tantos compatriotas que se ven obligados a emigrar a naciones lejanas para buscar trabajo, con tanto engaño por parte de las autoridades y los políticos, no caigamos en la desesperanza, no caigamos en el error de creer que esto no lo arregla nadie y que ya no vale la pena luchar.
Les pido que nos laven las telarañas de los ojos, para poder ver que, a pesar de tantas malas noticias, también hay cosas lindas que han ocurrido y siguen ocurriendo. Que hay mucha gente construyendo pequeñas cosas, desde lo cotidiano, desde lo comunitario. Que no todos somos corruptos. Que hay gente honesta, valiente, idealista, y a lo mejor está allí, en la casa vecina, y que talvez muchos periodistas todavía no tenemos el valor de descubrir que ellos son en realidad la buena noticia, la verdadera buena noticia.
No les pido que vengan ustedes a solucionar nuestros problemas, porque en realidad no podrían hacerlo, por más magos que sean. Además no va a servir, porque así no aprenderíamos nada. Pero en cambio si podrían ayudarnos a descubrir que nosotros podemos, que somos capaces de superar nuestras propias limitaciones, de unirnos por encima de las diferencias, pensando en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Los abraza con mucho cariño.

Andrés