domingo, 19 de agosto de 2012

Libertad de prensa y cacería de brujas



(Publicado por: Andrés Colmán Gutiérrez en ÚH- Sábado 14 Julio 2012).

En estos días recibí numerosas llamadas telefónicas de colegas de organizaciones globales de periodismo, preocupados por un reciente informe de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), que denuncia "limitaciones a la libertad de expresión en Paraguay", por despidos de comunicadores de la Secretaría de Comunicación para el Desarrollo (Sicom) y de la Tevé Pública, y que asegura que "en Asunción, los trabajadores de prensa ven amenazados sus puestos de trabajo en función de las posturas que asuman públicamente".
En otro informe, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), con sede en París, alerta sobre un "ambiente de purga en los medios públicos en Paraguay" y una amenaza de las nuevas autoridades de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) de clausurar unas 200 radios comunitarias, consideradas "ilegales".
Sin embargo, estos mismos colegas me relataban que, en consultas telefónicas con periodistas paraguayos, estos les aseguraban que en el país no hay ninguna persecución contra la prensa, y que todos los medios y periodistas pueden trabajar e informar con absoluta libertad. "¿Cómo se entiende eso?", me preguntaban.
Me costó explicar una situación que me sigue resultando compleja, reflejo del país polarizado y contradictorio que habitamos desde el 22 de junio. Es la "cacería de brujas" que de alguna manera esperábamos: varios funcionarios gubernamentales, entre ellos comunicadores, comenzaron a ser despedidos o relegados, porque las nuevas autoridades consideran que tenían un compromiso ideológico con el destituido Gobierno de Fernando Lugo, o que responden a un proyecto político de izquierda.
Lo lamentable, en esta semana, ha sido ver, leer o escuchar a otros periodistas tratar de justificar el despido o "castigo" de sus colegas "zurdos", con el argumento de que algunos ganaban muy altos salarios, o habían sido comisionados desde otra dependencia estatal. ¿Lo verdaderamente terrible no es acaso la persecución política e ideológica, desde el poder, a personas que piensan distinto, avasallando derechos constitucionales y universales?
Es cierto y doy fe de lo que sostienen muchos colegas: desde esta columna semanal en ÚH sigo escribiendo con absoluta libertad, sin más límites que los que me imponen la responsabilidad profesional y la ética periodística. Pero eso no me lleva a ignorar que hay otros valiosos espacios de comunicación conquistados desde lo gubernamental y lo público, que hoy están siendo lamentablemente avasallados, ni me impide extender un abrazo solidario a todos los y las colegas víctimas de este deplorable macartismo recalentado.



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